La insípida normalidad y el aburrimiento general de este verano político la debemos a dos portentos, Sanchez y Rajoy, escenógrafos.
Pedro Sánchez sigue soñando que ganó esas lejanas elecciones del 26 de junio y dispuesto a que nos den las uvas –las de septiembre o las del 31 de diciembre-, y que otras elecciones le hundan un poco más. Es un bravo revolucionario pues pide lo imposible (mientras los conservadores cultivan el arte soso de lo posible).
Y Rajoy, que es como el aburrimiento, la aburrición por antonomasia, ahí sigue, impertérrito y despreciando a los demás.
Menos mal que por el norte lindamos con Schauble por lo que, a fin de cuentas (financieras, presupuestarias y cotidianas), lo que pase aquí tiene bastante poca importancia. El mundo sigue, y la UE seguirá con ese muermo impasible tan tranquilizador.
Se acerca el fin de agosto y los oficinistas volverán a sus colmenas, los obreros a sus tajos y los parados seguirán mirando al techo y escribiendo a empresas que no contestan ni por educación. Los barceloneses seguirán sufriendo sus pésimos enlaces de cercanías -gran causa independentista-, y los madrileños se apelmazarán en la M 40.
Pero mantengamos la calma, por medio habrá otros puentes para librarse del aburrimiento: el 12 de octubre, el 6 de diciembre y alguna que otra festividad autonómica. Ah, y el entretenimiento para tuitear un poco nos lo darán vascos y gallegos y la diada. No perdamos la esperanza, el otoño no será totalmente incoloro, inodoro e insípido.
En fin, siempre nos quedarán la vuelta al cole, las series de televisión, la Liga y algunas novedades editoriales. Por cierto, ¿por qué no vuelven al cole Sánchez y Rajoy? A lo mejor aprenden algo.
Pero, atención, esa fea costumbre del PP y del PSOE de aburrir a los súbditos – que es como nos tratan – es bastante descortés, es de una falta de educación imperdonable.
Jaime-Axel Ruiz Baudrihaye