Gancho de actualidad: mayoría absoluta del Congreso en contra de investir presidente a Mariano Rajoy.
En la Alhambra de Granada viven una docena de leones con la sonrisa congelada, cara de «qué estamos haciendo aquí» y la apariencia de estar a punto de decir entre dientes cualquiera de ellos al resto: «Mientras yo los entretengo, vosotros salid a la carrera».
La realidad es que allí permanecen desde hace 700 años, con un lustre actual que refleja una salud envidiable, tras el proceso de restauración de la última década que les ha quitado la caspa acumulada durante siglos, en un entorno apacible molestado durante algunas pocas horas por los turistas, pero no extraña que hayan decidido no marcharse por el momento o mientras no cambien las circunstancias. Continúan muy dignamente ejerciendo su labor de representación del paraíso (agua, palmeras de mármol blanco, simetría y escala humana) y del poder real nazarí, la segunda dinastía que más tiempo ha reinado en suelo hispano a lo largo de la historia, sólo tras los omeyas y por delante de los borbones.
Otra forma de resistencia pasiva es trasladar con sosiego una decisión: «Preferiría no hacerlo», deja caer un escribiente a su jefe en novela corta de Herman Melville hace ya siglo y medio.
Aquí la carga revolucionaria procede de la serenidad, distinta del cachazudismo gallego que algunos atribuyen al candidato en funciones Rajoy.
Los ciudadanos no podemos ni debemos escapar del país si no comulgamos con un determinado Gobierno, queda acudir a las elecciones cuando se nos convoque.
Sucede que el agregado de opiniones particulares, eso que los cursis denominan la voz del pueblo, ha ofrecido en las dos últimas convocatorias un resultado complicado para formar mayorías parlamentarias, junto con expectativas no cumplidas y apuestas en el vacío que algunos partidos políticos han lanzado con escaso éxito.
En contra de lo que se dice, no existe riesgo de Estado fallido, esa etiqueta se aplica a los países sobre los que se planifica una próxima intervención militar, y suelen pertenecer al área cultural del mundo árabe-islámico. Ni el rescate de las finanzas públicas por la UE para salvar a la banca ni el pasado islámico de la Península justifican la exageración.
Falso también que España ande sin Gobierno desde hace ocho meses, cosa distinta es que no hayan salido leyes del Parlamento: todos los viernes el consejo de ministros aprueba acuerdos multimillonarios o ideológicos, como la reválida de la LOMCE hace unas semanas con agostidad y alevosía.
En la investidura fallida celebrada entre el 30 de agosto y el 2 de septiembre Pedro Sánchez ha dicho a Rajoy «preferiría no hacerlo», no ha querido investir presidente a su antagonista político. La traducción parlamentaria de la frase de Bartleby el escribiente ha sido «usted no es de fiar», pronunciada por Sánchez; «ustedes son la corrupción», utilizado por Pablo Iglesias; «no nos fiamos», ha dicho incluso Albert Rivera, en proceso acelerado de perder credibilidad como servicio al país.
Mientras, el propio Rajoy, medios de comunicación principalmente en papel y dirigentes del PP muestran una histeria entre sincera y simulada ante el rechazo del empleaducho que tienen en un rincón mirando a la pared.
Acumulamos pues dos investiduras fallidas muy similares este 2016, novedad en democracia, una de Pedro Sánchez en marzo, «niñato» (Copyright Carlos Herrera en la COPE) que no supo estar a la altura, la segunda de Rajoy, a quien el «niñato» (Copyright Antonio Burgos en ABC) no ha querido hacer presidente: el empleado del bufete se ha atrevido en esta ocasión a enfrentarse al registrador de la propiedad.
«Nada exaspera más a una persona seria que una resistencia pasiva», dice el abogado narrador de Melville.
Carlos Penedo