Escribo esta columna después del debate de investidura de Mariano Rajoy y, como era previsible, el candidato no ha obtenido la mayoría suficiente para ser investido presidente del Gobierno de España. Rajoy ha esgrimido un discurso plano, al que ha traído como principal argumento a su favor que hay que evitar “las consecuencias de extrema gravedad” del bloqueo institucional y político que estamos viviendo, ofreciendo, como única alternativa, un Ejecutivo presidido por él, “razonable, estable, moderado y eficaz”.
Creo que Rajoy, en realidad, busca unas terceras elecciones. Si, sospecho que el presidente en funciones ansía, sin decirlo, otra campaña de la que salir reforzado, aunque sea a costa de la calidad democrática y del bienestar del conjunto de los españoles. Lo que yo no tengo ya tan claro es que el electorado premie a quienes, en la práctica, están bloqueando la política española.
Por razones de estricta responsabilidad política y para evitar los terceros comicios, en algún momento del proceso el Partido Socialista debería permitir el gobierno en minoría de Mariano Rajoy, al menos mediante la abstención “controlada y técnica” de los diputados precisos. Y es que, lamentablemente para muchos pero felizmente para otros, los resultados de las pasadas elecciones de Junio dieron a Rajoy catorce diputados más que los obtenidos en Diciembre. A mi modo de ver, esta realidad debe ser asumida e interpretada por todos los actores políticos, más allá de gustos u opciones personales, de partido o de grupo.
Otra posibilidad sería que Sánchez, fracasado Rajoy en su intento de ser investido presidente, buscara un acuerdo con los radicales de Podemos y con los separatistas de uno y otro color, aunque a mi modo de ver, esta apuesta significaría la muerte política de Sánchez
Indudablemente, el papel de Pedro Sánchez en esta encrucijada no es fácil. Como ya he escrito en anteriores crónicas, el líder socialista se enfrenta a la difícil tarea de decidir si permite el gobierno de Rajoy (su enemigo tradicional), “traicionando”, digamos, el sentido natural de su posicionamiento político histórico, como alternativa al PP; o si, por el contrario, bloquea el acceso a la presidencia de Rajoy y, en consecuencia, provoca unas terceras elecciones de resultados inciertos que, seguramente, polarizarán aún más la política española, pero que, con toda probabilidad, no alterarán demasiado el resultado final, llevando el bloqueo institucional de Estado a un peligroso bucle que solo puede conducirnos a la desconfianza en los procesos democráticos.
Otra posibilidad sería que Sánchez, fracasado Rajoy en su intento de ser investido presidente, buscara un acuerdo con los radicales de Podemos y con los separatistas de uno y otro color. A mi modo de ver, esta apuesta significaría la muerte política de Sánchez y, lo que es más grave, el principio del fin de la hegemonía del socialismo moderado español en el ámbito de la izquierda, como heredera del ya histórico “XXVIII Congreso de Suresnes de 1974”, en el que, de la mano del entonces joven Felipe González, el PSOE decidió renovarse y, en consecuencia, “ser socialista antes que marxista”.
Quizá Pedro Sánchez debería releer “El Quijote” y recordar que nuestro querido Cervantes dejó escrito que “cuando no estás en la una, estás en la otra”. Y es que esta frase, de apariencia casi naïf, expresa con severa sencillez la más elemental regla de la política, que obliga siempre a apostar, pero no a todos los caballos a la vez, sino a uno en particular. De las alternativas viables, siempre habrá alguna que sea la buena o, al menos, la menos mala, porque en la política, como ciencia de lo estrictamente posible, la solución mejor no siempre es la óptima y, mucho menos, la deseada.
En todo caso, el pacto suscrito entre el Partido Popular y Ciudadanos ha puesto de relieve que es factible hablar de políticas y no de políticos; es decir, que lo importante es proponer programas y acciones en favor de la gente, de las personas, más allá de ministerios, cargos, puestos o sillones. Considero que, solo por esto, Ciudadanos ha demostrado que su irrupción en el panorama político español ha sido enormemente positiva, pues ha venido a sumar y, si se quiere, a incorporar a la arena política cuestiones de fondo relevantes para el país y, en suma, para los paisanos que habitamos en él.
El pacto de investidura de Ciudadanos supone una inversión de cerca de 29.000 millones de euros a ejecutar hasta 2020 y coloca la “agenda social” en el primer plano de la acción política futura, impulsando la implementación de ambiciosas medidas sociales que paliarían las dificultades económicas de los sectores más desfavorecidos de la sociedad española, como las personas con dependencia, los niños en riesgo de exclusión, las mujeres maltratadas, las familias monoparentales o, simplemente, las más empobrecidas.
Al escribir de políticas sociales, me viene a la memoria el dramático caso de Kasia Kotfichi, superviviente de las 12 puñaladas de muerte que le asestó, presuntamente, su ex-pareja. Vaya mi enhorabuena a los policías locales de Navacerrada y los agentes de la Guardia Civil que intervinieron y frustraron el homicidio de esta mujer, valiente, vital y luchadora, pero todavía hay mucho camino por recorrer en el terreno de la asistencia a estas víctimas de la violencia machista, y es ahí donde fuerzas políticas como Ciudadanos deben incidir y trabajar, mediante el impulso de planes integrales de asistencia a estas mujeres. Desde aquí, mi cariño y mi reconocimiento a Kasia por sobrevivir y, sobre todo, por la fuerza y el arrojo que significa haber hecho pública, mediante una emotiva y sincera carta abierta, su dramática realidad personal, dando un testimonio absolutamente necesario para sensibilizar a la sociedad del grave problema que significa la violencia sexista, lo que, en definitiva, facilitará actuar desde lo público en la erradicación de la lacra del machismo.
Pienso que el impulso de políticas de marcado carácter social en el contexto negociador de la investidura de Rajoy expresa de manera inequívoca un serio compromiso del equipo de Rivera con lo social, es decir, con atajar la desigualdad, la injusticia y la pobreza en España desde la racionalidad y la sensatez. Y ese es, a mi juicio, el principal valor de la emergencia de esta nueva fuerza política que es Ciudadanos: su defensa de los derechos de los más desfavorecidos, así como su posición, sin ambages, en favor de la regeneración democrática y de los plenos derechos humanos de colectivos, hasta hace poco tiempo marginados, como el LGTBI.
Creo que, pase lo que pase, el éxito de Ciudadanos ha sido forzar un pacto con la derecha de Rajoy sin perder las señas de identidad que le habilitan para establecer una nítida diferenciación ideológica con el Partido Popular, lo que, unido a su cerrada apuesta por los derechos humanos, por las clases medias y por los emprendedores, debería situarlo en el centro mismo del espacio político, liderando el sentir de una amplia mayoría de españoles. No era fácil tomar la iniciativa con 32 escaños y los de Rivera lo han hecho. Puede que el pacto se quede en papel mojado, pero el debate sobre contenidos políticos ya está servido. Y ese es un gran éxito.
Decía el legendario industrial estadounidense, Henry Ford, que “el fracaso es, a veces, más fructífero que el éxito”. Ahora toca que Sánchez se comporte como un Hombre de Estado y asuma su responsabilidad, poniendo por delante los intereses de España. Sin duda, ese puede ser su gran éxito.
Ignacio Perelló