Todo lo relacionado con sondeos hay que tomarlo con el escepticismo máximo, visto el papelón de la mayoría de las empresas especializadas en las últimas, penúltimas y antepenúltimas elecciones. No se salva de la quema ni el CIS, siempre con fama de contar con los mejores medios y sobre todo los mejores profesionales. Ni con esas, está visto que el fin del bipartidismo con la aparición de nuevos partidos todavía no encaja bien en los análisis de los expertos, eso lleva un tiempo. Pero dicho esto, y partiendo de que no todo lo que dice el CIS va a misa, el adelanto sobre lo que puede ocurrir el día 25 en País Vasco y Galicia ha supuesto un alegrón para Rajoy y para todo el PP.
En el País Vasco la cosa pinta regular, como suele pintar en el PP en esa complicada región, y no es fácil que mejore resultados a pesar de que ha mandado para allá a lo mejor que tenía, Alfonso Alonso. Pero la posibilidad de que Feijóo vuelva a repetir mayoría absoluta con toda seguridad levanta el ánimo del presidente en funciones, que lleva meses sin demasiados motivos para sentirse bien en su piel.
Pidió a Feijóo que volviera a presentarse a pesar de que le había anunciado que tenía otras intenciones; la respuesta de Feijóo, como siempre, fue ponerse a disposición de Rajoy y de los gallegos para lo que hiciera falta. Su recompensa es lo que ahora indica el CIS, que Feijóo espera que se confirme el 25 de septiembre. Si es así, si se confirma, no es difícil pronosticar que en la lista de posibles sucesores de Rajoy el presidente gallego se coloca en el lugar de honor, en la cabeza.
Mientras se prepara el futuro de Rajoy y del PP, el presente es inamovible. Mal que le pese a Rivera y mal que le pese a Sánchez, no hay un solo dirigente del PP que cuestione actualmente a su presidente. Entre los antiguos votantes sí, a puñados, pero no entre quienes podrían moverle la silla. Y no la mueven entre otras cosas porque cuenta Rajoy con el respaldo mayoritario de millones de ciudadanos, a pesar de la corrupción, a pesar del hartazgo, a pesar de la dureza de sus medidas, a pesar de las andanadas que le llegan desde todas partes, y a pesar de los pesares. Esa es su fuerza. Es la razón de que Rivera cambiara el sentido de su apoyo y apostara por el PP en lugar del PSOE como había hecho en la minilegislatura: todo indica que siente más animadversión por Rajoy que Pedro Sánchez, pero el líder de Ciudadanos sabe interpretar lo que ocurre en el escenario en el que se mueve y el resultado del 26 de junio le hizo ver que pelear contra Rajoy no convenía a Ciudadanos, que perdió fuerza, y además son multitud los españoles que votan a Rajoy tapándose la nariz; porque abominan de la corrupción, pero frente a las caras nuevas apuestan por quien presenta un curriculum con indudable experiencia de gestión.
Si no fuera por el caso Soria, unas terceras elecciones serían un paseo militar para Rajoy, que probablemente incrementaría sus escaños. No por sus aciertos, sino por errores de los otros. Pero lo de Soria ha hecho un gran roto al PP y además de la forma más ridícula, porque precisamente porque Rajoy tiene experiencia política sobrada, no se comprende que no fuera capaz de advertir que proponer a su ex ministro de Industria para un alto cargo en el Banco Mundial provocaría, nunca mejor dicho, la mundial: la ira generalizada, incluso dentro de su propio partido. Con lo fácil que era decirle a Soria que se incorporara a su profesión de consejero comercial en alguna embajada, puesto más que apetecible y que solo puede ocupar quien ha aprobado la oposición correspondiente… Y dentro de unos años ya se vería qué nuevo destino podría ocupar sin generar tanta indignación. Ni Rajoy ni Guindos supieron medir las consecuencias de la jugada, aunque al menos el presidente se esforzó en desfacer el entuerto pidiéndole a su amigo que renunciara al puesto para el que le habían propuesto.
Seguimos sin gobierno, pero eso no significa que se dejen atrás los líos políticos. Los sufrimos todos los días … Y los que te rondaré morena.
Pilar Cernuda