domingo, noviembre 24, 2024
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Lecciones electorales

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Muchas lecciones las que nos dejan las elecciones celebradas en Galicia y el País Vasco el pasado domingo. Muchas e interesantes.

Una de ellas nos habla del valor mismo de una campaña electoral en tiempos en que no paran de escucharse críticas constantes a su duración, sus costes y a las campañas mismas. 

El BNG y especialmente su candidata, Ana Pontón, evidencian singularmente que la campaña tiene impacto y efectos tangibles en el voto de los ciudadanos. Pontón hizo un buen papel en el único debate electoral entre los candidatos gallegos, siendo efectiva en el fondo y en las formas, acorralando como ningún otro a Alberto Núñez Feijóo, definiendo un espacio propio frente al resto de formaciones y justificando el valor, y la necesidad, de conservar ese espacio en el Parlamento de Galicia. Sin duda, la no visibilización de un proyecto alternativo en la oposición a Feijóo ha ayudado a que el electorado tradicional del BNG no haya migrado a otras formaciones ante la convicción de la imposibilidad del cambio de gobierno, lo que ha permitido al BNG lograr retener 6 de sus 7 diputados. Pero desde luego si esto ha sido así ha sido por el trabajo desarrollado por su candidata. Sí, un buen candidato apoyado por una campaña estratégica y tácticamente bien diseñada ofrecen resultados.

Otra lección tiene que ver con el propio ámbito de decisión y qué claves pesan en cada votación.

Creo sinceramente que gallegos y vascos han priorizado la agenda autonómica y, en ambos casos, han premiado a los candidatos a la reelección –ambos eran los políticos más valorados en sus respectivos territorios y no precisamente en un momento de bonanza económica– y su gestión de gobierno frente a lo que no se han considerado alternativas creíbles, lo cual se ha traducido en victorias incontestables de Íñigo Urkullu y Alberto Núñez Feijóo. 

A pesar del constante y machacón bombardeo de los medios de comunicación nacionales sobre el punto de inflexión que para la gobernabilidad de España podrían, incluso deberían, suponer los resultados electorales en estas dos comunidades autónomas, creo que lo que más ha pesado en la decisión de voto de ambos electorados han sido los asuntos propios de cada comunidad a la vista de los temas que han marcado ambas campañas, lo cual no quita que la situación general de España no haya reforzado los resultados tanto del PNV como del PPdeG.

El PNV ha obtenido un resultado acorde a lo que representa en el País Vasco: una fuerza que ha sido hegemónica desde el inicio de la andadura democrática y que ha vuelto a consolidar ese espacio tras haber enterrado la deriva de Ibarretxe. Otro tanto puede decirse del PP de Galicia, un partido que nunca ha bajado del 44% en unas elecciones autonómicas y al que la división del voto progresista entre tres fuerzas no hace sino apuntalar en su indiscutible hegemonía. En Galicia sucede siempre igual: la dispersión de voto progresista beneficia siempre al PP e impide toda posibilidad de cambio.

Dentro de este mismo eje cabe enmarcar la dualidad del voto observable en el espacio de la izquierda rupturista. Por un lado, Podemos irrumpe como tercera fuerza en el Parlamento de Vitoria con un 14,8% del voto. Un resultado meritorio si no fuera porque el pasado 26 de junio obtuvo el doble, lo cual parece indicar que una parte del electorado está dispuesto a apoyar a Podemos como fuerza de protesta en Madrid pero prefiere hacerlo por EH-Bildu cuando se trata de las cosas de casa. Algo semejante a lo ocurrido en Galicia, donde En Marea –espacio en que se ha subsumido Podemos– no ha logrado fagocitar el espacio puramente nacionalista representado por el BNG.

Por último, si quieren en un eje más personal, uno no puede ocultar la desolación que le causa ver como el Partido Socialista sigue perdiendo apoyo. Realidad de difícil digestión y sobre la que urge una reflexión de largo alcance dado que cada nueva elección supone un nuevo revés para un Partido Socialista que, conviene no olvidarlo, en el año 2008 obtuvo el 40,64% en Galicia y se alzó con la victoria en Euskadi (con el 38,14%) y en el conjunto de España (con el 43,87%) y que ahora está por debajo de la mitad de ese resultado.

No hay paliativo que valga. Urge reflexionar para que el Partido Socialista vuelva a ser lo que siempre ha sido: un partido con vocación mayoritaria, el mejor intérprete de los deseos y ambiciones de la sociedad española y el mejor instrumento de gobierno para hacerlos realidad.

 

José Blanco

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