Paseo a última hora de tarde por las calles más externas de mi pueblo, aquéllas que delimitan su perímetro. Hoy, las murallas que acotan el municipio son hermosas y penetrables, no se levantan hacia el cielo sino que tapizan las tierras para abrazarlo, rascando el viento y los últimos rayos de sol con espigas altas, verdes hasta hace pocos días, y hoy secas, maduras y cuajadas de grano con el que se alimentarán numerosas familias. Y, en ese momento, cuando los rayos del sol apenas son capaces de calentar mi rostro, cierro los ojos y respiro profundamente, tratando de sentir esa paz que sólo este lugar de mi infancia y mis antepasados puede regalarme y, entonces, es cuando imagino un campo de centeno enorme. Un campo de centeno en el que miles de niños juegan distraídos y confiados sin ser conscientes de lo próximo que se halla un profundo precipicio. Pero entre ellos, de forma casi imperceptible, se encuentra él… Holden Caufield, el joven rebelde inventado por J.D. Salinger, que quiso ser El guardián entre el centeno, para proteger a los niños de posibles caídas hacia el abismo. Reflexiono… “si Pedro Sánchez hubiera contado con su guardián del centeno…”, quizás no habría caído de una forma tan dramática por el precipicio abierto en Ferraz.
Sánchez se ha enredado en su propia cadena, tejiendo los eslabones del 'no' y convirtiendo el monosílabo negativo en su eslogan, su pretexto, y su único programa frente a la investidura de Mariano Rajoy, quien ha estado al frente en todo momento de un Partido Popular solvente, comprometido y, naturalmente, dialogante y abierto a escuchar y debatir con todas aquellas formaciones políticas conscientes de que la importancia y la urgencia de la formación de un gobierno para España estaba por encima de intereses partidistas y, sobre todo, personalistas.
Sin duda, lo realmente importante en cuanto a que el sector crítico del PSOE decidiera forzar la disolución de la Comisión Ejecutiva Federal, es el hecho de que Pedro Sánchez haya perdido la confianza de la mayoría de los suyos. Y es que con el paso de los años, uno se va acostumbrando a no ser querido por 'el enemigo' rival, pero no debe llegar nunca a acostumbrarse a no ser querido por los suyos propios. Como en todos los aspectos de la vida, en política también hay que saber reconocer el fracaso y aceptar los errores. Sánchez, por el contrario, se ha mantenido desde el primer momento inflexible, no ha tenido la visión ni la capacidad de modelar su discurso en función de la situación y las necesidades del momento que afectaban a España, enrocándose en sí mismo, en sus circunstancias y ambiciones, aferrándose a la losa de un 'no' cuyo peso lo ha arrastrado de forma irrevocable hasta lo más profundo del abismo político.
Su obstinación le ha propinado los peores resultados electorales de la historia. Atrincherado en su bloqueo para obstaculizar la formación de un gobierno liderado por el Partido Popular (recordemos, ganador de las dos convocatorias electorales que nos ocupan) se ha obcecado en tratar de formar un gobierno de izquierdas a toda costa, buscando el pacto con Podemos, y con un grupúsculo de partidos independentistas y radicales, y lo único que ha conseguido ha sido fomentar la consolidación de la izquierda radical, debilitar la estabilidad y el papel de las instituciones, y propiciar el mejor caldo de cultivo para que los separatistas catalanes se crezcan hasta el punto de que Puigdemont anuncie sin vergüenza que convocará de forma unilateral en septiembre de 2017 la consulta independentista.
Sánchez ha estado jugando con la gobernabilidad de España de forma completamente irresponsable y desde el propio partido socialista, sabían que no había más salida que poner fin a sus ambiciones de forma forzosa, porque el del secretario general del PSOE era un proyecto suicida. Algunas cabezas sensatas que se prodigan en partido socialista han manifestado su hartazgo por la carencia de su 'líder' de cualquier sentido de Estado, al haber bloqueado la formación de un gobierno que se antoja urgente, menospreciando la opción de formar una oposición fuerte y responsable, más bien al contrario, coqueteando con quienes cuestionan la Constitución y la unidad de España.
Sin duda para Pedro Sánchez, la prioridad no ha sido el interés general de los españoles, ni siquiera el PSOE, sino asegurarse su condición de presidente, lo cual disponiendo de una mínima capacidad de análisis, se hacía altamente previsible que se transformaría en muy poco tiempo, en condición de expresidente. Una carrera vertiginosa hacia el precipicio oscuro del fracaso, que ni el mismísimo Holden Caufield, guardián entre el centeno, hubiera sido capaz de frenar.
Borja Gutiérrez