El tipo de treinta y pico años que estaba delante de mí no se movía ni un milímetro. Su cabeza y sus pies se mantenían inmóviles. El espacio puede ser un problema en conciertos de aforo completo, pero normalmente los fans son bastante comprensivos y aceptan el elemento de contacto humano. Mientras The Jayhawks tocaban material nuevo de ‘Paging Mr Proust’ y otras canciones menos conocidas, era evidente que una gran parte de la audiencia no estaba del todo implicada con la música del grupo. Los artistas reaccionan cuando sienten que los fans les llevan el ritmo, pero, si no, terminan transmitiendo más bien lo que un partido de fútbol de pretemporada; hora del cigarrillo. Mi chica me miró horrorizada mientras me disponía a salir. Ella estaba disfrutando al máximo cada canción; percepciones diferentes.
Cuando volví a través de las viejas puertas de teatro, me detuve en el stand de merchandising. Los dos vendedores estaban totalmente a su bola hablando entre ellos, bromeando y felizmente ignorando a su potencial comprador de pelo rubio. La portada del CD de la telonera me llamó la atención. Tan sólo había tenido ocasión de ver tres canciones de su repertorio acústico; muy complicado llegar a una conclusión concreta con respecto a la calidad de su música. Cogí el CD, me di la vuelta, lo metí en mi mochila y volví tranquilamente al auditorio de la Joy Eslava. The Jayhawks sacaron temas más conocidos y la multitud comenzaba a estar más contenta y animada. El último álbum de Joana Serrat, ‘Cross The Verge’, permanecía en el fondo de mi mochila como una especie de compensación por un concierto que muy probablemente iría a la papelera de reciclaje de mi cabeza.
‘Cross The Verge’ cura la angustia de forma terapéutica a través de una colección de canciones atmosféricas, suaves y en ocasiones oníricas. Desde la apertura con el tema ‘Lonely Heart Reverb’, cierra los ojos e imagínate en una cabañita de madera en un western moderno como Fargo, o en una película de David Lynch. La reconfortante voz de Joana, llena de melancolía, junto con sus guitarras slide, permitiéndote sin ningún esfuerzo entrar en un completo trance. A los 38 minutos, y bajo las directrices del productor de Arcade Fire, Howard Bilerman, Joana añade pinceladas de las influencias de su infancia cuando escuchaba a Neil Young, Dylan y The Beatles en Vic, Cataluña, su ciudad natal. Pero Joana también puede tocar en un espectro más áspero con temas como ‘Black Lake’, un dueto con Ryan Boldt que no desentonaría en un más alegre álbum de Nick Cave.
Joana es, desde mi punto de vista, una voz de la generación perdida de España. La quiebra económica de 2008 cambió la vida de cientos de miles de jóvenes en toda Europa. Paro sin precedentes, desahucios, y gobiernos atados a la voluntad de países extranjeros obligó a muchos a marcharse. Ocho años después y hay muy pocos indicios de mejora. Aquellos que se quedan se enfrentan a lo desconocido. La incertidumbre y la tristeza de estos tiempos que vivimos, aunque negativas, es una fuente abundante de material que aprovechar para los jóvenes artistas en España, como fueron los años 60 en Estados Unidos o los 80 en Gran Bretaña. En la música de Joana escuchamos la aceptación de lo inseguro, en vez de despreciarlo.
Como era de esperar, Joana ha encontrado más espacio en antena en el Reino Unido y Europa. Su anterior álbum, ‘Dear Great Canyon’ recibió buenísimas críticas cuando se lanzó en 2014, y fue cuando comenzó su colaboración con Bilerman. Tanto ‘The Blizzard’ como ‘So Clear’ podrían encontrarse fácilmente en una cada vez más popular serie de televisión de crímenes escandinava, con guiños a The Handsome Family también evidentes. Por otro lado, ‘Green Grass’ resulta más alegre y nos lleva de vuelta a una época anterior a la desolación, cuando The Magic Numbers era el único grupo al que escuchar.
La ilícita forma de obtener el CD fue un temerario acto impulsivo, siendo consciente que podía escucharlo por completo a través del servicio premium que me esperaba en casa. Mi percepción del concierto era sin duda contraria a muchos de los presentes. Por suerte, me lleve algo positivo esa noche. Así que gracias Joana, te lo debo.
Matthew Kennington