jueves, septiembre 19, 2024
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El ‘seny’

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En los años 80 se hicieron muy célebres unos anuncios publicitarios en los que diferentes marcas de detergentes competían por ser quien más blanco lavara. Cientos de consumidores se decantaban por una u otra marca con la esperanza de que esa mancha que se resistía a abandonar nuestra ropa, quedara definitivamente eliminada por las bondades del detergente de turno.

El paseíllo por Madrid que ha realizado esta semana el presidente de la Generalitat de Cataluña, Carles Puigdemont, ha sido, precisamente, buscando una operación de blanqueamiento. Puigdemont se trajo a Madrid su perfil aparentemente más moderado. Eso sí, lo hizo después de repetir hasta la saciedad que en Cataluña habrá referéndum de independencia a cualquier precio. Es por tanto imposible dialogar con quien sólo aceptará que se cumpla con su ruta secesionista.

Porque de lo único que Puigdemont quiere hablar es de cuándo y cómo se realizará un referendum, que el 'president' sabe que nunca tendrá lugar, básicamente porque sería ilegal. Ya lo dice el artículo 2 de la Constitución Española, que en 1978 fue aprobada en las urnas por amplia mayoría, también en Cataluña, y en el que se fija la “indisoluble unidad de la nación española, patria común e indivisible de todos los españoles”.

Convergencia, el viejo partido del 'seny' (sensatez), de la burguesía catalana moderada, ha perdido toda la cordura desde que Artur Mas le precipitara por el barranco de la independencia, en una permanente huida hacia delante que, de momento, a lo único que ha conducido es a dividir a la sociedad catalana; a que Convergencia haya perdido votos elección tras elección; y a tener que 'refundarse' como Partido Demócrata Catalán para blanquear un pasado 'convergente' acorralado por la investigación al clan Pujol. Para terminar de volatilizar el 'seny', qué mejor que la burguesía catalana se alíe con los radicales antisistema de las CUP-Jong-Un. Los mismos que lanzaban cocktails molotov por la noche en el barrio de Gracia y se vestían de concejal por la mañana; que pedían quitar la estatua de Colón; o pretendían educar a los hijos en una tribu, entre otras distopías.

Pero Puigdemont se ha dado cuenta de que en el detergente catalán se necesita un agente blanqueador extra más allá de las CUP-Jong-Un. Y eso lo ha encontrado en Pablo Iglesias, el autoproclamado líder del “partido de la gente”. Debe ser que quien no vote a Podemos, no debe ser “gente”. Serán otra cosa. ¿Quizá gentuza?

La deriva nacionalista de Podemos, junto a su perfil marxista añejo, es ciertamente preocupante y se extiende por diferentes territorios. En el País Vasco, por ejemplo, eligieron de cabeza de cartel a Pili Zabala, hermana del miembro de ETA asesinado por los GAL, para robarle voto independentista a EH Bildu. Con escaso acierto, a tenor del resultado obtenido por Podemos, que ha llevado a otra nueva purga en esta formación. Pili Zabala no es la portavoz de su grupo. En román paladino: le han indicado el camino de salida. Incluso en territorios donde el nacionalismo no llegó a inocular su veneno, como Andalucía, Podemos se llegó a plantear hace un tiempo la creación de una “marea andaluza” con tintes nacionalistas. Veremos si en el futuro dan ese paso.

Lo que está claro es que a Puigdemont le van los radicales. La antigua Convergencia, la casta burguesa catalana, y el partido de “la gente”, el de Iglesias, han dialogado para un fin común: romper España. Mesa y mantel mediante, al más viejo estilo “casta”, Iglesias le mostró a Puigdemont su apoyo al “derecho a decidir”, eufemismo inventado por el nacionalismo para ver si engañan a todo aquel que los quiera escuchar.

Iglesias le dijo sí a Puigdemont a un referéndum pactado. Y también le dijo que votará que no al suplicatorio para que el portavoz de Convergencia en el Congreso, Francesc Homs, no vaya al banquillo de los acusados, juzgado por aquel teatrillo ilegal, vestido de referéndum secesionista, que Artur Mas y los suyos nos regalaron un 9-N. En la moral de Iglesias, si sus “amigos” cometen una ilegalidad, mejor tratar de evitar que haya juicio.

A esta comida sólo faltó un invitado: Pedro Sánchez. A Sánchez su partido le obligó a dimitir. Entre otros motivos, por apuntarse al blanqueamiento del nacionalismo con un pacto que algunos en el PSOE creen que ya estaba muy avanzado, y que pasaba por convertirle en presidente de España con los votos a favor de los que quieren romper España. Todo valía para formar un gobierno 'Frankenstein'. El día que en clase explicaron que no se puede poner al zorro a vigilar el gallinero, Sánchez debía estar en casa.

Para recuperar el 'seny' no hace falta una operación de blanqueamiento. Lo imprescindible es seguir explicando a los catalanes que España es un proyecto abierto, plural y moderno, fraguado sobre generaciones de españoles que trabajaron por su país. Un país en el que caben todos. Lo que debe hacer Puigdemont es sentarse a dialogar de lo que de verdad importa a los catalanes, que lo que quieren es vivir en una sociedad más próspera y con más libertades, donde se respete la Ley y haya igualdad de oportunidades.

Puigdemont debe abandonar la ciencia ficción, apartarse de los radicales, recuperar el sentido común y el camino de la realidad. Debe apostar por una Cataluña integrada en España, donde la libertad y la conciliación sean las protagonistas. Cataluña y los catalanes merecen unas instituciones que estén a la altura y ahora, sin duda, no las tienen.

Borja Gutiérrez

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