Después de dejar a mi hija en el colegio por milésima vez, decido mantener una tranquila conversación con uno de los seis premios Nobel españoles de Literatura, Jacinto Benavente. Su tumba, en el cementerio de Galapagar, junto al colegio que lleva su nombre, parece perfectamente intacta e inmóvil, sin aparentar ninguna reacción repentina o aversión ante la noticia de que Bob Dylan será el último en recibir un apretón de manos del rey sueco y un premio nacido de la culpabilidad de haber creado destrucción (aunque Dylan no ha confirmado aún su asistencia). La controversia generada ha dividido la opinión del público en España. Un público al que, como a mí, le costaría nombrar a los otros cinco ganadores españoles.
La tumba de Jacinto Beneavente en el cementerio de Galapagar
Así que, como Follow La Música está dedicado (creo) a la música, he decidido aparentar que soy influyente e importante y entregar mi propio premio de literatura en música. Un hombre que es capaz de transformar la escoria mundana de la vida diaria en un cuidadoso relato, o donde la perturbadora perversión se convierte en otra canción pop que te hace mover los pies. Un hombre que, indignado por la divinizada imagen de Michael Jackson, decidió saltar al escenario y hacer burla al Rey del Pop. Un hombre cuya banda, Pulp, fracasó durante 15 largos años antes de hacerse un hueco en las listas con la obra maestra de 1995 ‘Different Class’.
En 2011 Faber publicó una colección de letras de Jarvis Cocker bajo el título ‘Mother, Brother, Lover’. En esta obra no tarda en remarcar que, aunque parezca un libro de poesía, publicado por una casa con otro títulos en dicho género (TS Eliot, Seamus Heaney y Philip Larkin por mencionar algunos de ellos), en realidad “las letras de canciones no son poesía, son simplemente letras de canciones […] ver la letra de un tema impresa en papel es como ver la tele sin sonido: sólo te enteras de la mitad de la historia”.
Desde mi punto de vista, Cocker no tiene rival a la hora de retratar con sus letras lo incómodo y presuntamente sucio que es el tema del sexo para los británicos. Escribe sobre lo que el país siempre ha luchado por reprimir. En ‘Sheffield: Sex City’, Cocker habla sobre uno de los pocos placeres que las clases trabajadora y alta podían realmente compartir en la misma ciudad.
“Oh, cariño, oh, lo siento, pero tenía que hacerle el amor a cada grieta del asfalto y a las puertas de las tiendas y a los charcos de lluvia que reflejaban tu cara en mis ojos.”
Lo que realmente convierte a Cocker en un gran letrista son los pequeños detalles, los cuales hacen que las historias que cuenta parezcan sacadas de su vida misma, y no como otros grupos que reutilizan el ya repetitivo dogma. La mayoría de los temas de Pulp van cargados de una narrativa que te hace creer que el grupo mismo ha llegado a vivir. Como escritor, siempre es mejor hablar de aquello que conoces.
Otro ejemplo, ‘Common People’, una canción que trata de una chica de clase alta que quiere vivir como alguien pobre y busca a alguien que la guíe en su cruzada.
“Le dije: «Haz como si no tuvieras dinero».
Se echó a reír y dijo «Oh, eres tan gracioso».
Dije: «¿Si? Pues no puedo ver a nadie más sonriendo por aquí».
Hubo un tiempo en el que existía la envidia por aquellos que eran normales. Esa sensación de que la clase obrera vivía una vida más plena y feliz que aquellos considerados privilegiados. George Orwell era el gran defensor de querer vivir como la gente corriente, y de hecho lo intentó. Cocker lo hizo porque era uno de ellos. Habla para todos aquellos que vivimos en el norte de Inglaterra durante los años 70 y 80. Ser pobre nunca te impediría ser creativo, mientras que ser rico significaba que no necesitabas serlo.
Jarvis Cocker | Foto: Jean-Baptiste Mondino
En ‘Live Bed Show’ escuchamos la triste historia de una mujer que ha perdido sus encantos de la juventud, incapaz de llevar más amantes a su cama. ‘Disco 2000’ trata de una amistad de la infancia que no continuó en la vida adulta tal y como Cocker había fantaseado. Difiere mucho de la visión que Dylan tiene del mundo. ‘Desolation Row’ de Bob Dylan trata la sordidez, la miseria y la tragedia de un barrio de los años 60, donde las prostitutas, traficantes y rateros coexistían para servir a los vicios y robar. El mundo de Cocker es más de supermercados, embarazos adolescentes, tabaco, sexo… sin embargo, como Dylan, se aprecia una clara decadencia.
Así que, ¿qué sentido tiene este pretencioso debate sobre galardones, sobre si las letras de canciones son literatura o no? Ni Cocker ni Dylan escriben para ganar premios. Escriben sobre lo que ven. Eres tú quien decide si significa algo para ti, no un puñado de jueces o un periodista musical underground como yo. Como he dicho antes, a Jacinto Benavente le importa un carajo.
Matthew Kennington