En realidad, una parte importante del PSOE, empezando por Borrell, estaba proponiendo lo mismo días atrás: una abstención negociada y una oposición punto a punto, evitando terceras elecciones.
Se creía que un elenco de propuestas, desde el mercado de trabajo a la organización educativa, podría poner en valor la utilidad de la oposición en un contexto de pluralidad política.
Propuestas que eran posibles desde el día siguiente a las elecciones pero que la firmeza del “no es no” hizo imposible. La propuesta de Sánchez era tan legítima como inoperante; tan cargada de principios como inútil para la ciudadanía. Sólo en marzo hubo una posibilidad alternativa a nuevas elecciones y Podemos la cerró a golpe de coz y cal.
Cierto que el PSOE llega ahora debilitado pero también lo es que Rajoy no ha ganado en fortaleza. Es decir, que la abstención puede tener un valor político. El PSOE puede ser oposición al tiempo que exige cambios políticos y legislativos próximos a la resolución propuesta por Elena Valenciano o más allá.
Al PSOE debemos exigirle una primera y fundamental línea roja: el final de la violencia de género. En lo que va de año llevamos 83 mujeres asesinadas por violencia de género, lo que supone que acabaremos igual o peor que el año pasado. Necesitamos del PSOE un impulso a un pacto antiviolencia, basado en políticas, medios y financiación.
Se resistirá el PP, naturalmente, a modificar sus políticas. Pero es más que probable que la necesidad venza al fundamentalismo.
Puede, no cabe duda, dedicarse el tiempo parlamentario a convocar movilizaciones preventivas. Pero, también, puede la oposición a un gobierno en minoría sacar rendimientos para la ciudadanía en forma de políticas, propuestas y medidas concretas.
La investidura de Rajoy, tras dos elecciones, es un fracaso de la izquierda, de quienes afirman desear cambio
De eso trata la gestión de la pluralidad de la que llevamos meses hablando y de la que algunos y algunas no han entendido nada. Gobernar la pluralidad no es autonombrarse ministro ni amedrentar al Congreso. Es poner en valor la confianza recibida de ciudadanos y ciudadanas.
El grupo parlamentario socialista puede reorientar el gasto público – recortando las obsesiones recortadoras de Bruselas-. Puede modelar el marco educativo y mejorar el marco laboral. Puede impulsar mejoras en el salario mínimo o evitar que se fumigue la protección social o se deterioren las pensiones.
No podrá, claro, acabar con todas las políticas del PP. Pero, para que engañarse, tampoco la ciudadanía ha votado eso. La alternativa, en estos momentos, es hacer política o testimonialismo irrelevante. EL PSOE puede construir recuperación o entregar la cultura socialdemócrata al populismo.
Las gentes de izquierda debemos ser sinceras con nosotros mismos. La investidura de Rajoy, tras dos elecciones, es un fracaso de la izquierda, de quienes afirman desear cambio. Se tuvo una notable oportunidad que no fraguó por cálculos electoralistas de los que ansiaban no se sabe que “sorpasso”. Y la ciudadanía privó a la izquierda en Junio de la suma necesaria para volver a intentarlo.
Frente a los que han decidido, al parecer, abandonar el trabajo de las instituciones a favor de la gente, el PSOE tiene la especial responsabilidad de reconstruir la confianza de la ciudadanía de izquierda en una propuesta creíble, gestionable y de cambio.
No cabe duda que a los hombres y mujeres del PSOE no les resultará fácil reconstruir su mutua confianza, su comportamiento partidario y su reflexión colectiva. Pero, en todo caso, deben hacerlo mientras se ocupan de ciudadanos y ciudadanas y nos demuestran su utilidad como influyente partido de oposición, porque eso será mostrarnos su utilidad como alternativa.
Libertad Martínez