martes, septiembre 24, 2024
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El onanismo y la virgen de Operación Triunfo

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Hace quince años lo que más interesaba al personal de esos dieciséis personajes era si sabían o no cantar. Ahora, una vez contrastado quién sabe y quién no (abrumadora mayoría de la segunda opción), la gente ha querido saber cómo han vivido todo este tiempo los menos famosos y, por supuesto, cómo vivieron aquella experiencia en la Academia. 

Durante tres semanas los 'secretos de Estado' de aquella primera edición de Operación Triunfo han quedado desvelados. Que si hubo algún otro romance que no fuera el de Bisbal y Chenoa, como reconocieron Álex y Verónica, que si Juan Camus es un vividor soñador (todavía se cree que está al nivel del almeriense), que si Rosa López estaba enamorada de uno de los profesores (Manu Guix), que si Chenoa se arrepentía de haber informado de su separación en bata…

Como en Gran Hermano, faltaba edredoning y, como no era cuestión de acabar la última velada repartiéndoles condones, dándoles comida afrodisíaca y echándoles algo en la bebida para que no estuvieran cohibidos, los chicos intentaron echar un cable a Gestmusic y a TVE asegurando que más que sexo hubo mucho onanismo en aquella edición y que Rosa López descubrió el sexo en la misma. 

Lo primero resulta incomprensible viendo las vestimentas que llevaban en aquel entonces (ni en 'Cuéntame cómo pasó' vestía la gente tan mal). Lo segundo, viendo su físico y cómo hablaba (tampoco es que haya mejorado mucho ahora en esto último), era una obviedad. Nadie se imaginaba que Rosa no fuera virgen y pudiera pasar la prueba del pañuelo de haber nacido en una comunidad gitana. 

«A partir de OT descubrí todo, hasta el sexo. No te voy a engañar si te digo que tenía las hormonas revolucionadas. Yo era virgen». Rosa confesó ante las cámaras del Reencuentro poco más o menos que se hubiera cepillado a todo el personal de la Academia si la hubieran dejado, o, mejor dicho, si se hubieran dejado ellos. La chica descubrió que había otra forma de divertirse y pasarlo bien al margen de la música, aunque no quiso precisar si aquel descubrimiento lo había explotado mucho a partir de ese instante.

Al margen de imaginar las veladas erótico-festivas de Rosa y los pajotes del resto de sus compañeros (no sé qué es más desagradable), lo que a una realmente le puso este domingo, sobre todo porque lo echaba de menos (nada menos que quince años), fue la última llantina de Bustamante, cuando afirmó que «mis padres lo llevaron bien, pero mis hermanos estaban en una edad de adolescencia y fue duro. Les cambió la vida, y me he sentido culpable muchas veces, porque les robé unos años donde ellos no tenían por qué ser el foco de atención». 

Ya me hubiera gustado a mi que, en cualquier época de mi vida, que mi hermanito hubiera salido artista famoso, nos hubiera comprado una buena casa, llenado de regalos y puesto una cuenta corriente llena de ceros en el banco. Es verdad Busta, qué mal lo debieron pasar los chiquillos. Sé que todo era para hacernos rememorar aquellas lágrimas con las que mojabas cada semana los platós de Operación Triunfo. Las mismas que casi se le saltaron a Verónica cuando Bisbal le pisó su frase en la canción que compartieron. Como le haga eso a Chenoa en su dúo en el concierto del Sant Jordi se monta seguro. Como diría Enrique Pastor en La que se avecina, «vamos que se monta». 

La mosca

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