Si se tiene en cuenta que Cristina Fernández de Kirchner llegó a ser presidenta de Argentina sin debatir con ningún otro candidato e incluso casi sin ofrecer entrevistas periodísticas, una se pregunta para qué sirven esos cara a cara Rajoy-Sánchez o aquel mítico Aznar-González, dentro de nuestras fronteras, o esos Clinton-Trump, fuera de las mismas. Para los asesores de ambos, son fundamentales. Para las cadenas que los dan, todo un negocio.
Solucionada la papeleta en España, ahora las miras de nuestras TV y radio están centradas en los comicios estadounidenses, como demuestra la cobertura que casi todas ellas van a dedicarle a una jornada electoral que venden como «la cita que puede cambiar el mundo», aunque muchas quisieran hacerlo como «la nueva guerra entre la nación india y el séptimo de caballería», aunque sin atreverse a especificar quién lidera a 'los buenos' y quién a 'los malos'.
De momento, lo único claro es que el primer cara a cara entre Hillary Clinton y Donald Trump, el que más se ha seguido de los tres celebrados, ha sido el más visto de los 60 años de historia de debates presidenciales televisados, que comenzaron en 1960, en blanco y negro, con el que se llevó a cabo entre el republicano Richard Nixon y el demócrata John F. Kennedy. Los 80'9 millones de espectadores que lo vieron, ya fuera en uno de los cuatro principales canales de televisión en abierto o a través de distintas plataformas por cable como CNN, MSNBC o Fox News, han superado los 80,6 millones que habían seguido aquel de de 1980 que enfrentó a Jimmy Carter y Ronald Reagan.
Llegados a este punto habría que comenzar con lo de la botella medio llena o medio vacía, habida cuenta de que esas cifras todavía se quedan lejos de los más de 100 millones de espectadores que se ponen cada año frente al televisor para ver la Super Bowl y engordar unos cuantos kilos comiendo todos los productos típicos estadounidenses que nos gustan tanto a los que no lo somos.
Eso sí, mientras que aquí, en territorio patrio, manda el 'Spain is different', y el 95% de las personas que ven los debates tienen muy claro a quien van a votar antes, durante y después del mismo, allí, como ha confirmado una reciente encuesta de Reuters/Ipsos, el 50% de los votantes opinan que esos debates les ayudan completamente a decidir su voto. Luego, también es cierto que entran en juego otros factores, como ese dominio telegénico de Kennedy sobre Nixon de 1960, que le ayudó al demócrata a inclinar la balanza a su favor.
Sabedores por supuesto de ello, la forma de preparar ambos debates fue muy distinta por el candidato republicano, Donald Trump, o el de los demócratas, Hillary Clinton. Mientras el primero se limitó a hacer bueno lo que presagiaban los analistas, “Trump es imprevisible, no sabemos qué va a hacer», la segunda, como algunas marcas comerciales, que decidieron crear anuncios de televisión ad hoc para ese primer encuentro, preparó mucho tiempo el debate, como si la fueran a llevar directamente al despacho oval en caso de ser ganadora.
Esa 'imprevisibilidad' de Trump hizo que a nadie sorprendieran sus declaraciones vulgares sobre las mujeres, o sus acusaciones al esposo de Hillary Clinton de ser un abusador, o que directamente le dijera a su rival que de ser él presidente la metería en la cárcel por el expediente de los correos electrónicos. De no serlo que se venga para España, que cuando menos no le faltará trabajo en Sálvame.
Si Kiko Hernández o Mila Ximénez o hasta Belén Esteban llevan años forrándose en televisión metiéndose con todo bicho viviente, Trump, al estilo Mauricio Colmenero de 'Aída', metiéndose con gays, negros e inmigrantes sería el rey Midas de la pequeña pantalla. En el caso contrario, de perder Hillary no se comería ni un colín en las tardes de Telecinco. Su sosería, no vende. Es como Rocío Carrasco en Hable con ellas.
Ahora habrá que ver si esa agresividad dialéctica, la que sí triunfa en el mundo del corazón, también tiene premio por haberla puesto en práctica en un debate electoral. Para ganar unos cuantos votos, como ha ocurrido en el caso de Pablo Iglesias, se ha demostrado que sí. Para llegar a la Casa Blanca habrá que esperar hasta el próximo miércoles.
La mosca