La catastrófica campaña de Hillary Clinton se ha despeñado definitivamente con la eleccion de Donald Trump, un personaje. Visto desde este lado de la mesa, como dice una notaria amiga, las cosas se ven de una manera, otra cosa es al otro lado del Atlántico. Pero lo que se ve es que la elección era entre malo y peor.
Donald Trump tiene, desde luego, mala pinta. Pero claro, es un producto diseñado para ser votado allí, no aquí. En Europa, en España, se tiene tendencia a minusvalorar a los votantes norteamericanos: «Son bastante analfabetos». se dice. El caso es que EEUU es la primera potencia mundial, se mida como se mida, y algo tendrán sus habitantes para haberlo conseguido y, lo más difícil, mantenerlo. Otra cosa es el antiamericanismo (y antisemitismo) incrustado en el código genético de muchos españoles.
Los valores característicos norteamericanos se suelen ver como una paletada desde la displicente Europa. El patriotismo, la defensa de sus valores y tradiciones, producen especial sorna y desagrado en los europeos. A ésos norteamericanos y valores ha apuntado el nuevo presidente de Estados Unidos. Y ha acertado.
Los valores característicos norteamericanos se suelen ver como una paletada desde la displicente Europa
Y seguramente agarrada a esos valores Hillary Clinton ha dado un ejemplo de saber perder y patriotismo, al reconocer su derrota y ponerse en el lado de los remos de la mayoría de los electores. Y eso que en votos, ella ha ganado. Pero ése es el juego electortal y democrático americano, y no va a ser cosa de quejarse del empedrado (ese vicio tan español).
Lo que sí parece claro es que Trump tiene dos características políticas: su gusto por autoproclamarse antisistema, y el populismo. Luego ya le ponemos los adjetivos que se quiera, xenófobo, machista y retrçogrado, si se quiere. Habrá que verlo a la hora de la verdad. Un genio de las campañas y la comunicación también parece que es.
Curiosamente los antisistema –¿un empresario multimillonario es antisistema?– están trepando por el sistema como unas verdaderas ardillas. Seguramente para destruirlo, una vez ocupado. El populismo, su éxito, es una reacción muy humana que hay que entender. Es mejor echar la culpa a otro –por ejemplo, al que no es «la gente»– de lo que pasa, antes que mirarse la viga en el ojo propio.
Esas dos vertientes han hecho que una buena parte de la extrema izquierda europea se haya puesto estos últimos días casi en el bando de Trump. Uno de sus líderes de opinión, Julian Assange, así lo ha hecho. Curiosamente alineados con Vladimir Putin. Pero esto ya será otra historia.
Visto desde este lado de la mesa, como dice la ilustre notaria, parece que Trump es peor elección para los norteamericanos que Clinton, y que esto tendrá consecuencias. Pocas lecciones podemos dar los europeos en cuanto a malas elecciones, y nos fijaremos en el Brexit como ejemplo de tiro en el pie, por no fijarnos en otras cosas mas cercanas y dolorosas.
Trump llega a ser el jefe de los gendarmes –el tío Trum– en un mundo muy complicado. Lejos de la burbuja ensimismada europea, los países se están rearmando y haciéndose fuertes en todos los niveles, cohesionándose, para la dura batalla del futuro. Frente a eso, Europa tiene descompisicón política, antisistemas dando gritos y un Brexit. EEUU, un presidente de infame peinado e ideas peregrinas, esperemos que solo para los eslóganes y twuits de campaña.
Con razón chinos y otros nacionales de regímenes dudosamente democráticos miran con cierto divertido desconcierto y dicen: qué tonterías se hacen en nombre de la democracia.
En nombre de una de las democracias más antiguas y respetables del mundo, acatemos su decisión y esperemos acontecimientos.
El Tío Sam tendrá ahora la cara del Tío Donald. Podría haber sido el Tío Gilito, pero no. Por cierto, un Gilito tuvimos por aquí, y mejor no acordarnos. Igual era un adelantado de su tiempo, cosas más raras puede hacer la democracia de la era de Twitter y Facebook.
Joaquín Vidal