martes, septiembre 24, 2024
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Los desfasados

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¡Alégrese de estar desfasado! Yuval Noah Harari, el pensador israelí de moda, decía hace unas semanas en La Vanguardia que dentro de veinte años los nuevos parias serían los inadaptados a los cambios tecnológicos de la información. Casi lo mismo pronosticó Nicholas Negroponte hace treinta años en 'Ser digital'.  No creo en ese determinismo, en esta especie de mito del progreso que es casi una superstición. Me parece que Harari no está lejos de las profecías de Oswald Spengler en 'La decadencia de Occidente', de que la civilización humanista sería sustituida por la tecnología. Lo que Cass Sunstein ha llamado tecno-utopías.

Entiendo que manejar el ordenador sea casi tan necesario como saber nadar y, si no, vean la última película de Ken Loach, («Yo, Daniel Blake»), pero reivindico el gusto por quedarse desfasados, no tecnológicamente, sino para evitar caer en la mera moda.

Pero no confundamos desfasados con reaccionarios. Que nos siga gustando leer herméticos poemas de Góngora o disfrutar con Brahms, no significa que no gustemos de Bruce Springteen o de Shostakovich. Nos gusta 'La leyenda del beso' y 'La rosa del azafrán' y Leonard Cohen y Peret (la fiesta no es para feos). Disfrutamos con Baroja y Josep Plá al tiempo que leemos con interés a Chirbes y Julian Barnes.

Los particulares, las personas privadas, nos podemos permitir el lujo de estar desfasados en nuestros gustos, no como los políticos y demás famosos, que se deben al ahora y a los medios. Los privados no tenemos nada que demostrar, simplemente seguir nuestras inclinaciones culturales sin justificarlas. No tenemos por qué estar sometidos a la vigilancia literaria ni al dictado estético bienpensante, nos puede gustar un escritor y su contrario, un pintor y su opuesto. 

La cultura de moda, esa especie de commodity, de marca blanca, que llena grandes librerías, los espacios en la televisión o las redes sociales, incluso ciertos suplementos culturales, quita tiempo y aire para apreciar la verdadera cultura. Lo mismo que las redes sociales sustituyen a la conversación y la tertulia, esa forma de perder el tiempo tan agradable, hoy casi desaparecida.

Los desfasados somos unos excéntricos que no creemos ni en el fin de la literatura ni en el fin de la novela (ni en el de la zarzuela o los toros). Pero no tenemos tertulias ni somos sentimentales, aunque es verdad que somos algo pesimistas.

Jaime-Axel Ruiz Baudrihaye

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