martes, septiembre 24, 2024
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A más Trump, más Europa

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El pasado martes el pueblo de los Estados Unidos (EEUU) ha decidido otorgar las responsabilidades de gobierno al partido republicano y a su candidato “sui generis” Donald Trump. A partir del 20 de enero del próximo año, Donald Trump deberá coger “las riendas” de los EEUU y gestionar su política interna, su política social y su política económica, al tiempo de convertirse en el “Comandante en Jefe” del potente ejército norteamericano, con fuerte presencia tanto en el interior del país así como en el exterior jugando un papel extraordinariamente importante en el equilibrio institucional mundial.

Personalmente, como europeísta convencido, prefiero no encontrarme bajo el paraguas de seguridad del futuro presidente Trump. Francamente, desde este lado del Océano Atlántico, Trump no me genera ninguna confianza en lo que a estabilidad se refiere.

Dentro de pocas semanas conmemoraremos el sesenta aniversario de la firma de los Tratados de Roma, punto de partida del proceso de integración europea. Tras las grandes guerras, muy sangrientas y con cicatrices difíciles de “suturar” para el continente europeo, el proceso de constitución de una Europa Unida ha supuesto una triple característica: paz, estabilidad y bienestar.

Como ciudadano europeo quiero, desde estas líneas, exigir a nuestros representantes, los responsables políticos de los diferentes Estados miembros que periódicamente se reúnen en Bruselas en las sesiones de los Consejos Europeos, que sean valientes y “pisen el acelerador” en la integración de las políticas europeas en materia de Exterior, Seguridad y Defensa. Estoy seguro que entre los asiduos de Bruselas hay todavía muchos que se pueden autoproclamar “discípulos” de Kohl, Mitterrand, Delors o González, entre otros, y por lo tanto, “herederos” de la rica herencia europea por ellos practicada.

La cultura occidental del futuro nuevo presidente de los EEUU nada tiene que ver con la cultura occidental del ciudadano europeo. Europa tiene la obligación de volver a convertirse en un actor de primer nivel en el actual escenario mundial, sin la necesidad de ser asistido por un populista con quién no nos unen ni valores ni principios. Sería bueno que la ciudadanía de los EEUU mirara un poco hacia el sur de su propio continente y observara atentamente las consecuencias, nada favorables, de poner a un populista como Presidente del país. La herencia de Hugo Chávez en Venezuela (la antigua Suiza de Centroamérica) se puede resumir en “la salud retrocedió en sesenta años, el setenta y cinco por ciento de los venezolanos viven en la pobreza, no hay comida ni medicinas, es el país más corrupto y peligroso de América Latina”.

Europa se tiene que creer lo que ha conseguido. No hay espacio ni para la mediocridad ni para la estrechez de miras. Hay que liderar Europa sin complejos en esta globalización que nos toca gestionar, sabiendo que somos el mayor espacio geográfico y social de estabilidad y progreso. En la actualidad Europa es de las pocas zonas geográficas mundiales donde se puede presumir, siempre con humildad, de ser un referente de prosperidad económica y social para el conjunto de sus ciudadanos.

Iñaki Rica

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