miércoles, octubre 2, 2024
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“Las tontunas”

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Es legendaria la capacidad del independentismo más tramposo para inventar una realidad paralela (“revisionismo histórico” lo llaman ellos) mediante la que tratar de ganar parroquianos para su causa. La falsedad, que es tan antigua como Adán y Eva, es una herramienta muy poderosa en sus manos. Aunque lo peor no es que el nacionalismo invente un producto, lo adorne con astutos embustes y le ponga una pizca de postureo “rufianesco” para hacerlo más atractivo: lo más grave es que haya una masa de gente dispuesta a comprar el producto y sin rechistar.

Llevamos ya unos cuantos años escuchando muchas tontunas, creadas por las mentes más “brillantes”, esas de aquellos que han convertido el independentismo en una forma de ganarse el pan. Hemos tenido que escuchar auténticos delirios por parte de prohombres nacionalistas, siempre bien pagados y casi siempre con dinero público, tales como que Cervantes y Santa Teresa de Jesús eran incuestionables catalanes; que el viaje de Descubrimiento de América zarpó en realidad desde el Ampurdán porque Cristobal Colón también se enfundaba una barretina, al igual que conquistadores como Hernán Cortés, cuya partida de bautismo habrá sido falseada por los conspiradores españoles para convertirle en un extremeño de meseta y traje pañero.

En la antología permanente del disparate, hubo quien llegó a afirmar -eso sí, todo muy científicamente probado- que Erasmo de Rotterdam y Leonardo Da Vinci eran tan payeses como la butifarra. Tras esta docta dosis de ingenio, lo verdaderamente sorprendente es que el Renacimiento se propagara desde Florencia y no desde Gerona. Pero nunca se sabe: puede que pronto descubramos que Neil Armstrong era de L'Hospitalet del Llobregat y que, cuando pisó la Luna, una conspiración mundial le obligó a poner la bandera de Estados Unidos en lugar de la “senyera”.

De quienes han convertido el independentismo en un “modus vivendi” poco podemos esperar. Pero que desde otros partidos políticos y sectores de la sociedad se les baile el agua, y se abone más el campo en la carrera del disparate, es verdaderamente preocupante. La izquierda española, una parte de la vieja casta y la entusiasta nueva caspa antisistema, se han echado en brazos de estas tontunas.

La última de ellas la ha protagonizado Pablo Echenique, a la sazón número 3 de Podemos, que ha reivindicado a Aragón como país independiente con soberanía propia. ¡Huesca libre y del pueblo! Ya sabemos que Echenique nació en Argentina y su conocimiento de la historia de España puede ser insuficiente. Pero bastaría con que realizara una búsqueda en internet sobre lo que significó el “compromiso de Caspe” para entender algo sobre el proceso que llevó a la reunificación de los reinos de España, durante el proceso de la Reconquista a los árabes, que desembocó en la reunificación del territorio español. Y ya si eso que aproveche para buscar los orígenes de España, no vaya a ser que se remonten a más de 20 siglos de historia.

Lo de Echenique no dejaría de ser una broma más sino fuera porque marca la línea ideológica de un partido muy interesado en convertir a España en un nuevo reino de Taifas. Y sino que se lo pregunten a Pablo Iglesias, que entre otras derivas nacionalistas, defiende que Cataluña es una nación. En esto coincide con el desfenestrado Pedro Sánchez, su aliado natural, que dijo lo mismo en una entrevista en televisión.

La semilla del independentismo se ha extendido a otras formaciones de izquierda, como MES, el socio de Podemos en Baleares del que forma parte el partido socialista de Mallorca; o Valencia a través de Compromís. También por Andalucía, donde grandes intelectuales como el alcalde de Marinaleda, Sánchez-Gordillo, nos ilustran informándonos de que “Andalucía era anterior a España”. También Cartagena, que ya se autoproclamó independiente en 1873 con escaso éxito, recupera el viejo espíritu cantonalista a través de su alcalde, que forma parte de la marca blanca de Podemos y gobierna junto al PSOE. En su caso, anhela la independencia de la región de Murcia y propone unirse a Almería, ciudades separadas por “apenas” 176 kilómetros de distancia.

Al socialismo y al comunismo lo de unirse a los independentistas les va en el ADN, porque ya lo dijo Lenin: todo movimiento nacionalista tiene un contenido que el proletariado ha de sostener sin reservas.  Para la vieja izquierda, el nacionalismo es otra lucha de clases contra los opresores, como ya definieron en su congreso de la Internacional Socialista de finales del siglo XIX. El secesionismo era la mejor forma de hacer la revolución anticapitalista y crear sociedades nuevas y liberadoras del proletariado. Y en esas andan un siglo después estos de la izquierda española.

Lo sorprendente es que en pleno siglo XXI, parte de la burguesía de regiones como Cataluña se haya sumado de forma alegre a este “movimiento”. En su caso no se trata de liberar al proletariado, sino al pueblo catalán del yugo español. Porque el independentismo catalán sólo se entiende desde un fuerte sentimiento de superioridad que encierra un profundo racismo. El cuidador de ganado en la meseta es el opresor, frente al ingenio, la destreza y el desarrollo financiero y creativo que sólo tiene cabida allende el río Segre gracias a catalanes de pura cepa como Da Vinci, Erasmo o Colón.

Los nacionalistas siempre se miran en un espejo, el de su propio ombligo, para crear su relato de confrontación. Lo que sucede es que a veces esos espejos son como los que Max Estrella miraba en el callejón del Gato en “Luces de Bohemia” y generan una deformación grotesca de la realidad. Ya lo dijo Valle-Inclán: Los héroes que se asoman a estos espejos se acaban deformando hasta el esperpento… Lo dicho… TONTUNAS.

Borja Gutiérrez

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