miércoles, septiembre 25, 2024
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Del asesinato y otras viejas costumbres

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Resulta que Otzi, un cazador del neolítico cuyo cuerpo fue recuperado en un estado casi perfecto en mil novecientos noventa y uno, por unos excursionistas en los Alpes, fue asesinado. Y para más información, de un flechazo por la espalda. Vamos que alguien le odiaba a muerte y decidió en lo alto de aquellas montañas que debía acabar con la vida de su contrincante.

Resulta que la violencia, el asesinato y el pillaje, vienen acompañando al hombre desde que un día abandonó los árboles y decidió caminar erguido por la sabana. Además, poco a poco las formas de matar se han ido sofisticando hasta alcanzar el genocidio de pueblos enteros.

Desde Caín y Abel, pasando por las masacres descritas en la Biblia, el pase a cuchillo de la población que no se rendía o el finiquito del contrincante político o económico, la humanidad ha dado grandes nombres en la historia de la infamia. Josué tomó Jericó y asesinó a sus habitantes, lo que no está nada mal para un seguidor de Yahvé. Según Plutarco, Julio Cesar conquistó la Galia a costa de conquistar 800 ciudades, 300 tribus-Celtas y Germanas-, subyugadas, un millón de personas esclavizadas y otros tres millones muertas en combate o en masacres de las legiones romanas. Los Aztecas-esos pobres conquistados por Cortes y sus aliados Tlaxcaltecas sin consideración alguna-, asesinaron a miles de personas en sus rituales de sangre, llegando a entablar guerras-“guerras floreadas”-, con el solo fin de hacer prisioneros para asesinarlos después. Napoleón-ese genio militar adorado por los franceses-, conquistó Jaffa en 1799, que por aquel entonces se encontraba en manos del Imperio Otomano. Tras la conquista de la ciudad, unas cinco mil personas fueron asesinadas en una sola noche por la tropas de la liberté, egalité y fraternité. Los hicieron libres, de eso no cabe duda.

Por supuesto que el siglo XX, ha sido prolijo en matanzas y genocidios: Hitler y la Alemania nazi, Stalin y el comunismo, el Kmer rojo de Camboya; y un largo etcétera de asesinos de masas que lo único que hace es corroborar mi tesis: el hombre es violento per se, nace con instinto criminal, tan solo mediatizado y reprimido por el temor a la venganza de la ley. Porque la ley castiga en nombre de la víctima al que comete un crimen, pero cuando esta desaparece, hasta el más vulgar y anodino de los humanos puede transformarse en un monstruo sediento de sangre. Y la historia nos enseña que esos, los que están tras una mesa en un despacho, son los peores.

Y en esas estamos. Las sociedades avanzadas del siglo XXI intentan eliminar a toda costa la violencia de sus calles y sus casas pero están lejos de conseguirlo. Yo afirmo que es imposible. La testosterona es una hormona demasiado fuerte como para ignorarla, los celos demasiado poderosos para acallarlos y la envidia una flecha demasiado aguda para no lanzarla.

El ser humano seguirá siendo un depredador para consigo mismo mientras el mundo sea mundo y alguien sienta que el de al lado le estorba.

Somos así y es muy complicado que alguien pueda evitarlo.

José Romero

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