miércoles, septiembre 25, 2024
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Constitución, educación y paz

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Ser español hoy en día debe entenderse sobre nuevas bases. El catolicismo ya no es necesario. Lo es más una realidad cultural cristiana, originariamente hebrea, sobre una importante base grecorromana a la que añadiremos, en nuestro caso, una herencia musulmana y, como en Europa, los frutos de la Ilustración y los efectos de la Revolución francesa que perduran más profundamente que los de la bolchevique. 

La Guerra de Independencia, frente a Napoleón, dio un impulso nacional a la España del siglo XIX, pero la inestabilidad política y constitucional que sufrimos entonces, la perdida de las colonias americanas, una democracia caciquil a principios del siglo XX, la dictadura de Primo Rivera, una Republica que desembocó en una desgarradora guerra civil seguida de la larga y oscura dictadura franquista, no contribuyeron a un sentimiento nacional unánime del que sentirnos orgullosos.

La bandera rojigualda, aceptada por todos en la Transición, tampoco logra esa unanimidad y muchas veces es cedida erróneamente por la izquierda a la derecha y extrema derecha como enganche. La derecha y la Iglesia impiden una educación cívica y constitucional neutral en la escuela. La exagerada visión centralista y nacional-católica del franquismo, rechazada tras esa dictadura, no ha podido sustituirse por un patriotismo constitucional partiendo de nuestra Carta Magna que, a pesar de necesitar retoques, es una buena base integradora. 

A estos desgastes se suman la acción centrifugadora de ciertos regionalismos y la rupturista de quienes rechazan el sistema y la Constitución. La primera, requiere una solución más integradora de los sentimientos nacionalistas para que converjan en uno español dentro del marco europeo. La segunda, exige un mayor esfuerzo de redistribución para consolidar y mejorar nuestro Estado del Bienestar.

La dicotomía Monarquía o República asoma, pero, en términos prácticos, la situación actual es asumible porque lo importante es la democracia, no la forma del Estado. La Corona debe mantener su independencia institucional y ser ejemplar, una obligación de todos. El argumento juvenil de no haber votado la Constitución del 78 es ridículo. Muchas constituciones democráticas no tienen un respaldo refrendario durante generaciones sin, por ello, perder validez. 

Martín Ortega Carcelén, Profesor de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales, propone reflexionar de nuevo sobre estas cuestiones en su libro “Ser español en el siglo XXI”.

Comentando su trabajo, Ortega subrayó recientemente en el Círculo de Reflexión Internacional que, en primer lugar, los españoles compartimos una cultura global que hace de España una potencia cultural mundial. La universalidad del castellano, de nuestra literatura e historia dan fe de ello. Debe sumarse la aportación de otras lenguas, culturas y literaturas en España que también nos enorgullecen. Toda esta cultura nuestra, su cine, su música, se renueva y se exporta mientras vienen a ver nuestros monumentos. Es una cultura popular, precisa Ortega, creada por todos. Nos da un lustre colectivo que hemos de aprovechar como elemento integrador. 

Tener en el ámbito español valores y principios avanzados que compartimos con nuestros socios y aliados en Europa, como nunca había ocurrido tan claramente antes, y que nos identifica a todos positivamente como europeos y ciudadanos de la Unión Europea, es una segunda base esencial para nuestra integración nacional, señala Ortega, del mismo modo que disponer conjuntamente en este marco español de una plataforma de proyección política internacional para estar en el mundo, constituye un tercer e importante elemento unificador.

Podríamos añadir que la Fiesta Nacional debiera, también, servir para aunar. Para ello, mejor sería celebrarla el 6 de diciembre, fecha de la aprobación de la Constitución. Los lemas son importantes para vibrar. “Dios, Patria y Rey” fue un eslogan superado y divisivo. El francés de “Libertad, Igualdad y Fraternidad” es otro más atractivo. En España, inspirándonos en los elementos señalados por Ortega, podríamos proclamar: “Constitución, Educación y Paz”.  

La Constitución permite la igualdad en un marco de diversidad enriquecedora mediante unos valores convincentes y no imponibles. Educación es la libertad con respeto al prójimo, facilitando la movilidad social y geográfica, nacional e internacional, ampliando horizontes mentales. 

Paz significa contribuir a la misma en el ámbito internacional mediante la cooperación al desarrollo para dignificar a nuestros conciudadanos mundiales menos afortunados y el respeto a los Derechos Humanos sin olvidar la diplomacia ni descartar poder contribuir a la seguridad en el mundo en operaciones respaldadas por el Consejo de Seguridad de NNUU. 

España como lugar de encuentro en la Constitución, la Educación y la Paz. En ese consenso deben entremezclarse racionalidad y pasión, motores necesarios en una respuesta dinámica a la fascinante e ilusionante aventura de ser español. 

Carlos Miranda

Embajador de España

Carlos Miranda

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