martes, septiembre 24, 2024
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Estampas europeas

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Como muchos sabrán, justo detrás del Parlamento europeo se encuentra el Parc Léopold. Este parque no ha podido lucir en los últimos meses en todo su esplendor debido a distintas causas, entre ellas y no menor, la adecuación del edificio George Eastman como futura casa de la Historia europea. Esperemos que no sea una metáfora del tiempo que viene y del proyecto europeo como objeto de estudio histórico más que como proyecto de futuro y en construcción…

Justo en la entrada más cercana al Parlamento, hace no muchas semanas se llevaron a cabo una serie de trabajos para recuperar una zona que se encontraba un tanto abandonada. No fue poca la sorpresa para algunos cuando, tras los trabajos, vimos cómo una zona que antes se encontraba ocupada por una marquesina se había transformado en un pequeño parque de esculturas representando a un conjunto de avestruces dispuestas en círculo, buena parte de las mismas con la cabeza enterrada. Desconozco la intención del autor, pero da que pensar, y mucho, sobre la situación actual que atraviesa Europa y la negativa de sus líderes a enfrentar los problemas que nos circundan.

Hace unos días, tras el referéndum sobre la continuidad del Reino Unido en la UE y la elección de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos, Stephen Hawking señalaba a ambos fenómenos como “un grito de ira” de gente que siente que ha sido abandonada por sus líderes y advertía de que “vivimos en el momento más peligroso para el planeta” ante desafíos como el cambio climático, la sobrepoblación o el impacto de los cambios tecnológicos y el incremento de la desigualdad, todo ello en un contexto de crecimiento del populismo.

Los movimientos populistas no son nuevos en Europa. Sin embargo, el Brexit y la elección de Trump han actuado de resorte para despertar conciencias y activar alarmas. La cuestión que cabe preguntarse es qué se está haciendo en Europa para frenar el avance del populismo.

Como muchos, echo en falta mayor impulso en la Comisión europea, mayor capacidad y voluntad para sacar adelante algunas buenas medidas que ha propuesto para enfrentar los graves desafíos que tenemos en nuestro continente ante la falta de crecimiento económico y de respuesta humanitaria ante la crisis de los refugiados. Pero no se puede culpar a las instituciones europeas de lo que es responsabilidad de sus líderes nacionales.

En los últimos días, hemos visto cómo el Eurogrupo, un órgano de dudoso anclaje normativo, se ha encargado de tirar por la borda el plan del comisario Moscovici para impulsar la economía europea con una inyección inversora por valor de 50.000 millones de euros (solamente el 0,5% del PIB). ¿Las razones? La creencia de Alemania, y de aquellos que orbitan a su alrededor, de que la flexibilidad en la interpretación del Pacto de Estabilidad ya ha ido demasiado lejos. Una pena que siempre se olviden de que el Pacto, además de Estabilidad, es de Crecimiento. El mismo que impiden posiciones ideológicas inflexibles como las suyas.

Igualmente, hemos visto cómo los halcones de la austeridad han decidido bloquear cualquier salida a la evidente insostenibilidad de la deuda griega, incluso cuando uno de los miembros de la troika –o como quieran llamarla–, el FMI, lleva tiempo advirtiendo de que no queda otra salida que aliviar la deuda con una quita. Al contrario, nuevos recortes y nueva reforma laboral.

En cuanto a los refugiados, las cifras sobre reasentamientos tras los acuerdos alcanzados por los Estados miembros para reubicar a los miles de huidos de la guerra en Siria o Libia no pueden calificarse sino de ultrajantes. Muchas cumbres, mucha palabrería, nulos resultados, nula vergüenza.

Mientras tanto, las cumbres de los líderes europeos siguen sucediéndose entre la obstinación y la parálisis, sin liberar las cadenas de austeridad que impiden el crecimiento económico. Y mientras, la internacional populista, a derecha e izquierda, se frota las manos ante las próximas citas electorales.

O se sientan las bases para un reparto más justo de la riqueza o prepárense para nuevos gritos de ira en las urnas. Reformar o lamentar.

José Blanco

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