lunes, noviembre 25, 2024
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El ‘strip póker’ de la Pedroche

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«Había una vez, un circo…». No hacía falta que aparecieran Gabi, Fofó, Miliki y Fofito. Con Chicote de esmoquin, sin sus estrafalarias chaquetas de chef, valía. El espectáculo era ella, y ella lo sabía. Como si de Sálvame se tratara, y mientras el cocinero no paraba de pedirlo, ella se hizo de rogar y hasta anunció que lo haría después de la publicidad.

Para muchos espectadores fueron los dos minutos de anuncios más largos de la historia. Estoy segura que en vez de comerse las uñas, por aquello de estar con la familia delante, más de uno se comió las uvas cinco minutos antes de la medianoche mientras miraba la pantalla sin quitar ojo, como si su equipo estuviera a punto de ganar la Champion o Carmena fuera a anunciar que en Madrid solo se podía circular en bicicleta (que no duden que pronto lo hará).

Pasada la pausa allí estaba la reina de la noche, que no era la aria de 'La flauta mágica' de Mozart sino la mismísima Cristina  Pedroche. Todavía iba ataviada con esa capa que, si no es de ella, habría envidiado Agatha Ruiz de la Prada, pero ella misma anunciaba que había llegado el momento. ¿Llevaría debajo solo pezoneras? ¿Habría ido completamente desnuda para evitar que su marido se tuviera que travestir una vez más posando embutido en su vestido?

Ni lo uno ni lo otro. Esta vez en vez de transparencias había optado por emular a Gina Lollobrigida en la película 'Trapecio'. El circo había llegado a la TV en plena Nochevieja. Por entonces, Chicote ya no existía, y mira que es difícil no verle. Nadie tenía ojos para el chef con más mala leche de la pequeña pantalla. 

Los que se habían comido previamente las uvas ni se habían preocupado de reponerlas y a los que todavía las tenían en su plato o en la mano ni les importará que la Pedroche y el tío que la acompañaba estuvieran a punto de perderse el comienzo de las campanadas.

Era momento de mirar los muslos de la chica y cómo su vestido apretaba en demasía sus pechos, lo que parecía imposibilitar que la muchacha se hiciera 'un Sabrina Salerno'. No tenía competencia, pues Irene Junquera, la única que le podía haber hecho sombra, optó en La Sexta por salir más recatada que nunca hasta la fecha, más tapada que una monja de clausura (será difícil, por no decir imposible, que vuelva a ser invitada a unas campanadas). De Anne Igartiburu, muy elegante ella, no se esperaba que le hiciera sombra alguna, y Lara Álvarez, tan guapa como siempre (qué envidia), optó también por la formalidad. La de First Dates hizo de lo de siempre, de camarera, aunque un poco más 'putón' que de costumbre.

No es de extrañar que la Pedroche quisiera enseñar su modelo a la concurrencia que se daba cita en la Puerta del Sol, ni que dijera que «es algo que van a recordar siempre» antes de proclamar a los cuatro vientos «A las armas», uno de los gritos de guerra de su querido Rayo Vallecano. Con una Juana de Arco o Agustina de Aragón como ella toda la Puerta del Sol hubiera asaltado cualquier cuartel cercano para armarse hasta los dientes. Ella sí que se ha ganado otra Nochevieja. Y las que te rondaré morena. Como en el 'strip póker', habrá que jugar las manos que sean necesarias, en forma de campanadas, hasta que la chica se quede sin nada.

La mosca

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