lunes, noviembre 25, 2024
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Los deplorables

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La izquierda ha olvidado a los «deplorables» y éstos han izado a Trump al poder. Y como nos descuidemos izarán a Le Pen y a otros del estilo. El desafortunado epíteto de Hillary Clinton ha vuelto a poner sobre la mesa el eterno debate sobre la libertad y el voto.

El problema de fondo de los llamados deplorables estriba en la diferencia entre democracia y liberalismo. La primera es un medio, el segundo, el fin. Y la democracia, es decir, el voto universal, no siempre lleva a más libertad, sino a lo contrario.

Quién deba tener el derecho y la capacidad para votar se ha discutido desde Platón. Los partidarios del sufragio censitario, los antiliberales, los marxista leninistas, y muchos más, de todos los bandos, han puesto en duda la capacidad de los hombres para decidir su destino colectivo, para elegir su gobierno, su política. Como el pueblo no sabe lo que quiere o no vota lo que debe, que no vote. O que vote de forma conducida, determinada.

Hayek, el gran defensor de la libertad y enemigo del socialismo, se inquietaba por la posibilidad de que dominasen los pobres y los ignorantes, lo que llevaría al totalitarismo, al ocaso del liberalismo. Hayek fue ambiguo en su visión de la democracia. Distinguía entre liberalismo y democracia, pues la segunda podría llevar, por el ejercicio del voto al totalitarismo, como se demostró con las elecciones que auparon a Hitler al poder. Es cierto también que, mucho más recientemente, Venezuela, Egipto, Irán y Cuba han celebrado elecciones, sin que ello haya cambiado hacia más libertad, al contrario.

Son «deplorables» todos aquellos que no piensan como hace falta, los que no siguen el ideal diseñado por el poder, por los intelectuales de izquierda o por los líderes políticos de la izquierda tradicional. Según quién los califique, pueden ser esos blancos pobres, los alienados, los no nacionalistas en Cataluña o Euskadi,  los que no comprenden, o todos los calificados de intrusos, de antipatriotas. Y los inmigrantes de países «dudosos».

Pero debemos recordar que Marx también manifestó siempre un gran desprecio por los campesinos, los eslavos, el Risorgimento, por las revueltas en España, pues consideraba que eran ejemplo de retrogradismo, de que no tenían nada que ver con la lucha de clases y el progreso de la humanidad. Eran los deplorables de la época.

En fin, «los deplorables» quizá necesiten de su escritor, como hace muchos años 'los miserables', sobre todo porque van a votar a Le Pen, votaron Trump y el Brexit y apoyan a Putin. Son muchos y los intelectuales de la izquierda bienpensante no los entienden ni los han tenido en cuenta. Su hartazgo de inseguridad social, económica y física, no eran tenidos en cuenta pues los intelectuales no viven en las zonas deprimidas ni en los barrios periféricos e inseguros. Y luego se sorprenden de que no voten 'correctamente'.

Jaime-Axel Ruiz Baudrihaye

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