Andábamos estos días reflexionando sobre la brecha salarial de género y nos hemos visto, de nuevo, sumergidas en violencia. Tres mujeres han sido asesinadas en 48 horas y se investiga un cuarto caso.
A pesar de discursos y compromisos, dieciséis o diecisiete mujeres habrán sido asesinadas por sus parejas o ex parejas en los 53 días que han transcurrido de 2017, lo que convierte este inicio de año en el peor periodo en violencia machista de la última década.
Para la presidenta del Observatorio contra la Violencia Doméstica y de Género «todos los asesinatos son un fallo del sistema». Fallos que consisten en que no se educa en la denuncia, en que no se protege a quien denuncia o en la tolerancia social a maltratadores. Y maltratadores de élite, especialmente en el mundo deportivo.
La violencia es la cara más dramática de la desigualdad, como se ha dicho aquí en más de una ocasión. En vísperas prácticamente del ocho de marzo, el día reivindicativo de la mujer trabajadora, deberemos atender a todas las brechas.
Un informe de Comisiones Obreras nos recuerda que las mujeres cobran un 30% menos que los hombres. El origen es, en una parte, que las mujeres siguen teniendo escasa presencia en puestos relevantes y hay muchas profesiones subrepresentadas. Pero no es menos cierto que, a igualdad de formación y puesto, las mujeres cobran menos en lo que es un notorio ejercicio de desigualdad.
Brechas y violencia reclaman legislación, acuerdos y sensibilización. Pero no se engañen, es dinero, euros, recursos materiales.
Sin recursos, sin formación judicial o policial, sin formación en las escuelas, sin nueva cultura en las empresas, sin conciliación ni se cierran brechas ni se cierra la violencia.
El silencio y la tolerancia con la desigualdad son los peores enemigos de las mujeres. Una tolerancia que cruza toda nuestra vida: salarios, carreras profesionales, conciliación, educación, salud, derecho a nuestro cuerpo, violencia. Esta es la lista que en 2017 aún tenemos pendiente.
Reclamamos una justicia de género que demanda una sociedad en la que las mujeres vivan en igualdad y libres de violencia
Cuando se recortan los servicios públicos porque no se pagan impuestos o por políticas económicas letales, las mujeres suelen ser las más perjudicadas. Por ejemplo, cuando la educación no es gratuita, la población femenina es la queda fuera.
Las mujeres sufrimos discriminación en nuestros hogares y también institucional, pues las élites políticas y económicas están dominadas por hombres. Los expertos que nombra el gobierno son hombres.
Ojalá no hubiese nada que reivindicar, y el 8 de marzo fuese un día más o, en todo caso, una fiesta. Si la igualdad de derechos fuese realidad no sería necesario, pero no lo es ni lo será, a corto plazo.
Hay decenas de razones para exigir una justicia de género, si. Reclamamos un modelo social, político y económico que piense una sociedad de hombres y mujeres que puedan soñar con hacer realidad sus proyectos vitales, profesionales, que tengan la posibilidad de decidir qué quieren estudiar, dónde quieren vivir, qué tipo de familia quieren construir. Hoy, más que nunca, todas a la manifestación.
Libertad Martínez