martes, noviembre 26, 2024
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De polis, fiscales y magistrados de corte

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El runrún de las tripas del estado amenaza ruido espeso, Ustedes me entienden. Desde “policías patrióticas” a fiscales que denuncian intimidación, eso sí tras ser despedidos; desde condenados que casi les llevan el juez a domicilio para que firmen a condenados en dos o tres procesos que caminan emboscados por las calles de Madrid.

Lo diré de otra manera: El gobierno de los amigos de Rajoy ha dejado un legado que los nuevos gestores afrontarán con bastantes dificultades. Agarrados  a los entresijos del estado, sin control y con cierta tendencia al postureo policial o judicial, cada remoción será un suplicio.

No vengo a debatir si se trata, en el caso de los fiscales removidos, de purga o renovación. Notaré, eso sí, que alguno lleva once años en el cargo y que otros han recibido varapalos judiciales por blindar a reguladores en el caso Bankia, entro otros. Ni siquiera vengo a recordar que la policía dentro de la policía que el inefable Fernández Díaz nos dejo en herencia ha sido un obsceno insulto a la democracia. Con eso ya les castigaré otro día.

Lo que quiero decir, y digo, es que hay demasiadas piedras obstruyendo las cañerías del estado, cuyo resultado es una proliferación de varas de medir que no puede sino escandalizar a la ciudadanía y producir miedo.

Naturalmente, la oposición huele sangre y no le importará llamar purga a lo que ayer era necesaria limitación de mandatos; politización de policía y justicia a remoción de unos u otros. cuyos ceses se han pedido en más de una ocasión.

La “policía patriótica” hace aflorar un 'pen drive' acusador contra los Pujol, que el policía responsable del asunto afirma desconocer. El fiscal murciano espera a ser cesado para denunciar intimidaciones, sin que se sepa de quien. Hay condenados o condenadas que entran en la cárcel por escándalo social, mientras a otros se les pone el juzgado en casa.

En unos y otros casos, el ruido precede a la decisión, el puesto ampara impunidad y la proliferación de varas de medir produce miedo. Y sobre todo, produce populismos. Será purga remover a un cargo de confianza que lleva once años en el cargo o se llenarán titulares con filtraciones de policías fuera de control.

En ese contexto, no será extraño que la ciudadanía crea en la existencia de magistrados de corte. No soy de los que promueven prisión – y menos sin sentencia firme- pero algo hay de escandaloso en el tránsito de la familia Urdangarín por los juzgados.

Eterna instrucción, desavenencias de capilla judicial, acusación particular venal, pasión por los medios de comunicación y filtraciones han podido construir un caso poco sostenible que la magistratura ha dimensionado.

No obstante, si se compara con experiencias conocidas de rigor judicial, fianzas inauditas, cárceles preventivas eternas y con el conocido, proceloso e injusto mundo de la negociación de condenas, viene ser una ejercicio real de 'cuñadismo´, nunca mejor dicho, el pasar firma judicial en la mismísima Suiza, sin dejar ni un euro de fianza, aunque sea para pagar cartas.

Ahora que la pasión por fumigar políticos y políticas, sindicalistas o personas elegidas de toda naturaleza va decreciendo, a medida que las élites de hace una década van desapareciendo, afloran ante nuestras narices excesos de empresarios reguladores, policías, fiscales o magistrados que permanecieron tapados por la corriente antipolítica.

No es cierto que la regulación y la selección de una nueva cultura de servicio público requiera de las tan manidas refundaciones de régimen, constitucionales o políticas. Será suficiente con profesionalización, ejercicio orientado hacia la productividad, cierto retorno a la norma en lugar de interpretaciones alternativas y, muy especialmente, una garantía de los derechos individuales, desde el primer policial o instructor.

Naturalmente, también, que quienes sirven a los poderes del estado, renuncien al vocerío mediático, el populismo efectista o a la extendida tentación de convertir a cada colectivo en grupo de presión.

 

Juan B. Berga

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