Como cantan los chicos de Santa Feria, los primeros embajadores de la nueva cumbia chilena, «Sexo, drogas y alcohol, humo, cumbia y descontrol». Así de marchosa estuvo Mediaset este fin de semana. De las dos primeras cuestiones se encargaba Alonso Caparrós, y de lo tercero Miguel Ángel Revilla. El 'cura' que ambos eligieron para confesarse no fue el mismo. El primero se confió a Jorge Javier Vázquez en el Deluxe, y el segundo a Risto Mejide, en Chester in love. Sólo falto alguna de las dos noches, que alguna estrella del porno les contara también las orgías más calientes que ha protagonizado en su vida.
Con esos ingredientes no es de extrañar que Chester in love, un programa que nació diferenciándose del recordado Viajando con Chester en que… en el de ahora había público en el plató, lograse sus mejores registros y que su presentador ganara puntos ante sus jefes, para que estos tomasen nota a la hora de renegociar futuros contratos. Lo del Deluxe ya es una guerra perdida. Difícilmente volverá ya a ser líder.
Hasta ahora la confesión más fuerte que habíamos oído en TV era la de alguien que salía del armario. Alonso Caparrós fue más allá y llegó a decir cosas como «a los 17 años soñaba con montañas de cocaína» o «consumía sin medida alguna: ocho, diez, quince gramos, hasta que el cuerpo aguantara».
El otrora presentador y ahora concursante de Gran Hermano VIP (eso sí es caer bajo y no lo del mundo de las drogas) confesó que incluso cuando conducía Furor, el precursor de El gran reto musical de La 1, salía colocado al plató. ¿Ah, pero no lo están todos los famosos que bailan, gritan y gesticulan como mandriles en esos espacios? Una pensaba que eso era algo que sabía todo el mundo, porque de otra manera no me explicaba cómo se podía hacer el ridículo de esa manera.
Lo que no sé es cómo no se pegó un leñazo en el escenario después de revelar que le ataban las piernas con cinta adhesiva durante el show para intentar disimular el temblor. Ni los gatos tienen tanto equilibrio como ese hombre. Quizás, ni tantas vidas, porque resulta difícil de creer que todavía esté en este mundo con ese consumo diario y hasta con esas sesiones que dice recibió de electroshock para desintoxicarse. Como mínimo, y por menos, uno pensaría que alguien que hubiera pasado por eso se habría quedado más tonto que un boxeador golpeado por el mejor Mike Tyson.
Claro que también dicen que «a todos los tontos les da por el mismo», ya se sabe, por el sexo, y el bueno de Caparrós desveló que su familia había tenido que ir a buscarle a puticlubs a las seis de la mañana, donde se supone el presentador no estaría firmando autógrafos ni jugando una partida de mus.
Tampoco estaba jugando al salto pasiego, ni a la carrera de Bellorta, ni tan siquiera al pasabolo tablón, juegos típicos cántabros, su presidente Miguel Ángel Revilla, cuando probó por primera vez en su vida, y parece única, los efectos del alcohol. Según él, lo hizo una vez, «con sidra, y no me llegué a emborrachar, pero me daba vueltas el techo, se pasaba muy mal y dije que no volvía a tomar».
Debió ser la parte moralista de las dos veladas de Mediaset, la manera de hacerles ver a los más pequeños que veían la televisión a esas horas lo malo que es el alcohol y las drogas (ejemplo de esto último era ver en qué había acabado Caparrós). «Salir a emborracharse no lleva más que a estar jodido el día siguiente». Pues claro que sí, guapi. Lo bien, y lo clarito que habla este hombre.
La mosca