sábado, noviembre 23, 2024
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La izquierda europea ausente

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El secretario general del Partido Comunista de España (PCE), José Luis Centella, ha enviado una carta a la militancia en la que además de liquidar IU, definitivamente, o de recuperar retóricas del siglo pasado, remata la huída de la modernización política de su formación con una “salida de la Unión Europea y el Euro”. Ya ni les vale, solo con renunciar a la moneda.

Retóricas e ideologismos que el PCE, el de verdad y no esta broma, había abandonado hace décadas, convirtiéndose en una formación de compromiso radicalmente democrático. Somos muchos y muchas los que crecimos creyendo que las políticas de emancipación eran compatibles con sendas democráticas de cambio.

Lo más dramático, porque hace daño a la gente, es que esta sombra depresiva del viejo y estimado PCE, proponga el abandono del euro y la salida de la Unión Europea.

Lo más dramático, porque hace daño a la gente, no son los catecismos ideologistas hoy incomprensibles, sino la frivolidad con la que el actual PCE, sombra del viejo y europeísta compromiso de los comunistas españoles, que no dudaron en asimilar Europa con libertad, propone el abandono del euro y la salida de la Unión Europea.

Si había alguna duda de la inutilidad a la que Centella ha conducido al PCE, de su papel como liquidador de la cultura de izquierda real que representó Izquierda Unida, nada como leer su incorporación al populismo más reaccionario, acompañando a Le Pen, Wilders y demás en la renuncia a Europa. Los populismos extremos han encontrado un enemigo, son felices: la Unión Europea.

La izquierda española, en estos momentos, debería estar esforzándose por dotar de más contenidos a la Unión, por superar su dinámica burocrática y, muy especialmente, combatir a golpe de federalismo los intentos de dos velocidades que Franceses o Alemanes están tentados de imprimir, como respuesta al Brexit y las vacilaciones populistas de muchos socios.

La respuesta a la crisis que atraviesa Europa no es convertir nuestra moneda en una similar a la de Túnez, por poner un ejemplo. La necesaria intervención en los mercados no pasa por una evasión de los círculos comerciales sino por una imposición de reglas comunes. La extensión de los necesarios derechos de ciudadanía, no pasa por refugiarse en las viejas soberanías sino por combatir, precisamente, el aislamiento que los sectores más reaccionarios están proponiendo.

Una izquierda española renovada, de amplia base social y comprometida con las necesidades futuras en el terreno económico, social y político no puede reducir su estrategia al refugio en las estrechas soberanías nacionales. El aislamiento político solo nos empobrece económica y políticamente.

Son instituciones internacionales y europeas las que ya intervienen de forma irreversible en nuestra vida. Una parte de la izquierda, fundamentalmente la socialdemócrata, ha aceptado pasivamente el discurso tecnocrático y neoliberal. Otra, como respuesta, ha abandonado el campo de debate político para refugiarse en la nostalgia de los espacios nacionales.

Dos circunstancias que solo derivan en pulsiones populistas que cada vez tienen más peso en la izquierda y que explican buena parte de los suplicios electorales que atraviesa Europa, la debilidad de la socialdemocracia y la irrelevancia de las izquierdas transformadoras.

El populismo ha contaminado al viejo PCE. Que Centella haya empujado a su partido a abandonar el campo del debate democrático en el seno de la izquierda europea, es algo que definitivamente separa a su partido de la gente. Ocurre, sin embargo, que hay una necesidad: una izquierda por una Europa social; alguien deberá llenar ese espacio.

 

 

Libertad Martínez

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