El Reino Unido es ese civilizado país cuyo exceso de soberbia se satisface con tabloides que le bailan el agua a las historias que contaban abuelos y abuelas, alrededor de la hoguera. Si Ustedes han oído griterío por el peñón, no será por la soberanía del personal gibraltareño.
Es sabido que en Gibraltar hay más empresas censadas que ciudadanos y ciudadanas. Hay domiciliadas en Gibraltar unas 110.000 sociedades, entre tres y cuatro por habitante.
En los ochenta, Gibraltar vivía del ejército británico. Después vino lo que llaman diversificación y que no es otra cosa que blanqueo de capitales y elusión fiscal. A pesar de que solo el 10% de la ciudadanía paga impuestos, Gibraltar consigue un superávit fiscal anual del 30% de su PIB y roza el pleno empleo. Con un sector financiero hipertrofiado, el Peñón no necesita de la economía real para vivir.
A cada habitante le corresponden más de tres sociedades. 8000 de ellas son entidades “offshore”. Escandalosas si son panameñas, por un poner, y fetén si son de una colonia inglesa que quiere ser europea, por la pela. Ustedes me entienden.
“Será divertido ver la cara de gibraltareños y gibraltareñas el día que tengan que pagar IVA, impuestos de Sociedades, y esas tontunas de impuestos que pagamos los demás”
Se contaba ayer en Estrella Digital, Gibraltar no es un país; es un paraíso fiscal. No es solo una economía sin IVA, orientada a las ganancias de capital, como obscenamente dice la pagina web del Gobierno de Gibraltar. Es que su condición de país europeo permite al peñón convertirse en una enorme lavadora de dinero opaco, que desde allí intoxica los sistemas europeos de financieros y de seguros.
Se trata de una zona marítima sin control donde se compra petróleo que no paga impuestos con tabaco de contrabando. Una zona portuaria donde todo es posible, donde los bufetes hacen el agosto durante trescientos sesenta y cinco días al año.
A Picardo, el presidente de la lavadora, le gusta hablar del derecho a decidir. . Pero, en realidad, no habla de la autodeterminación de evasores y elusores fiscales, casas de apuestas on line, contrabandistas o traficantes de armas. Estos son los que han permitido un crecimiento de la economía gibraltareña a tasas del 7 y el 8 por ciento, a pesar de la crisis financiera.
Gibraltar ha jugado no solo la carta europea sino con la necesidad española. Miles de españoles se trasladan diariamente al peñón. Hay trabajadores y trabajadoras del Campo de Gibraltar que han desarrollado su vida laboral en tierra inglesa.
Esta es la fiesta que se acaba. Los ministros de hacienda de la Unión Europea sonríen. Los abogados y gestores gibraltareños, casi todos hombres por cierto, maldicen a los colegas británicos que han permitido que les priven del pasaporte europeo.
Unos y otros saben que Europa podrá darle o no una patadita a la soberanía inglesa en el culo de Gibraltar; pero lo que es seguro es que no dejarán pasar la oportunidad de cerrar un paraíso fiscal en su frontera.
La cosa de acabar con una colonia a estas alturas de siglo tiene su gracia que, a lo mejor, tenemos que agradecer a la tontuna del Brexit. Pero, háganme caso, será mucho más divertido ver la cara de gibraltareños y gibraltareñas el día que tengan que pagar IVA, impuestos de Sociedades, y esas tontunas de impuestos que pagamos los demás. Tiene una gracia infinita y es una soberbia venganza histórica.
Juan B. Berga