domingo, noviembre 24, 2024
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Corrupción ostentórea

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Dicho rápidamente: no existe el adjetivo del título, más exactamente es incorrecto, como algunas de las cosas que se sospecha hizo Ignacio González, expresidente de la Comunidad de Madrid encarcelado, a decir de su madrina y predecesora.

Ostentóreo es una criatura extraña nacida del cruce entre estentóreo -sonido muy fuerte- y ostentoso -llamativo por suntuosidad o aparatosidad-. En la paternidad del vocablo se duda entre Jesús Gil y Juan Benet, que ya es dudar.

Corrupción ostentórea tiene sonoridad de bombo y platillos, está llena de erres y de enes y de tes, recuerda la región incomprensible de Giligil, sus policías locales en Harley Davidson y los picassos en el retrete, pero es expresión incorrecta, como Nacho González.

El caso es que Esperanza Aguirre ha dimitido este abril de 2017 por ocasión tercera de sus responsabilidades políticas -ya lo hizo en 2016 nadie recuerda de qué y en 2012 de presidenta regional- con las siguiente palabras: «Ahora me siento engañada y traicionada. No vigilé más. Este auto y esta prisión no son una prueba definitiva contra él (Ignacio González), pero sí demuestran que yo no vigilé todo lo que debía. Por eso, dimito del cargo político que ostento, concejal del Ayuntamiento de Madrid y portavoz del grupo municipal popular», sentenció solemne.

«Cargo político que ostento». La Real Academia de la Lengua, por aquello del brillo y esplendor bajo una bombilla que imaginamos de 40 vatios, normaliza el término y ostentar le parece neutro: «Mostrar o hacer patente algo»; «Hacer gala de grandeza, lucimiento y boato»; «Tener un título u ocupar un cargo que confieren autoridad, prestigio, renombre». Al menos señala hacer gala, boato, renombre, pero se queda corto el DRAE.

Entre paréntesis, ese ataque sin motivo a la Academia debería ser explicado, quizá sea envidia por el control que aparentan del lenguaje, aunque uno tiene la impresión de que el caserón huele a sopa y tiene mala luz.

Retomando el hilo, ostentar se asocia a «exhibir con vanidad y presunción una cosa», según otros diccionarios y la intuición del que escribe, ostentoso es alguien o algo que presume de su importancia, de estar por encima de la media en posición social o económica.

Por ahí debe de rondar alguna de las claves de lo que nos ocurre, el ejercicio del cargo con vanidad y presunción por parte de quienes acabamos descubriendo corruptos, vanidad y presunción alimentadas con los recursos públicos robados en alta ingeniería financiera o directamente con reintegros mil del cajero automático, métodos ambos dos que combinan los autores de milagros económicos que engordan milagrosamente su propio patrimonio.

Con el riesgo indirecto de aumentar la confusión añado que los palabros anteriores andan cercanos a un cuarto término, detentar, que se acerca más al objetivo: «Retener y ejercer ilegítimamente algún poder o cargo público»; «Retener lo que manifiestamente no le pertenece».

Por tanto, aquí ofrezco frase para la nevera de los viejóvenes vicesecretarios de Génova Trece, para la cuarta dimisión de Aguirre o de cuantos responsables políticos del PP vayan saliendo de instituciones y empresas públicas cinco minutos antes de la llegada de la Guardia Civil: «Dimito del cargo que detento».

En realidad la explicación debiera ser algo más larga: «Ignorados conciudadanos, les quiero anunciar que no dejo voluntariamente el cargo público, no dimito, sino que he sido cesado fulminantemente por una serie de circunstancias acumuladas, entre ellas la decisión de quien me nombró, el cargo de conciencia de pasar la mayor parte del día fuera de la ley y por supuesto la cercanía de la actuación policial, sin la que nada de esto hubiera sido posible. En mi descarga les diré que nunca pensé que fuera a acabar así, porque tiene cierta lógica que el partido me encargara la recaudación ilegal de fondos y yo fuera más allá, porque mi entorno social consideraba mis chanchullos algo si no normal sí muestra de inteligencia, porque el tren de vida que he llevado durante años se lo recomiendo a cualquiera. Sí que les pido que nadie se tome esto como un ataque personal, nunca pensé que el dinero público desviado pudiera destinarse a nada mejor. Les informo de que he prestado declaración esta mañana ante la Guardia Civil y me pongo ahora a su disposición para contestar a lo que me pregunten».

En ese momento, ante la sorpresa de todos, un apuesto periodista aparta la silla con cierta violencia y se levanta, coge la alcachofa, carraspea, una compañera da los primeros compases con una guitarra que nadie había visto antes, y canta robando descaradamente sus palabras a Lole Montoya y Manuel Molina:

«Estimado político popular agobiado,

Diiiiiii-meee…

si has mentido alguna vez

dime si cuando lo hiciste sentiste vergüenza de ser embustero.

Dime, dime, dime…

si has odiado alguna vez

a quien hiciste creer una cariño de verdad, dime…

Si sientes tu corazón, como en si mismo

el dolor de tus hermanos, dime, dime, dime…

Si has cortado alguna flor

sin que temblaran tus manos, dime…

Si de verdad crees en Dios

como crees en el fuego cuando te quema, dime, dime, dime…

Si es el cielo tu ilusión

o es la verdad en la Tierra, dime…

A cada cosa, sí o no, y entonces sabré yo

si eres mi sueño, dime, dime, dime, dime…

A cada cosa sí o no, y entonces sabré yo

cual es tu Credo.

Diiiiii-meee…».

Carlos Penedo

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