jueves, octubre 3, 2024
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Macron asediado

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Emmanuel Macron conquistó este domingo el Elíseo. Sin embargo, la contabilidad electoral mueve a la prudencia. Obtuvo el 66% frente al 34% de Marine Le Pen. Importante diferencia. Sin duda. “¡Y con los tiempos que corren!”, añadirán algunos. En efecto, pero en 2002 Chirac consiguió el 82% y papá Le Pen un 18%. La hija casi dobla al padre. En 2002 la izquierda respondió mejor que lo ha hecho ahora la derecha para salvar la República. Incluso la extrema izquierda de Mélanchon, “compi” de Pablo Iglesias, prefería endiosar a Le Pen que encumbrar a Macron.

En 2002 Jean Marie Le Pen sorprendió metiéndose en la segunda vuelta. Impidió el duelo final entre el impulsivo y conservador Jacques Chirac, entonces Presidente de Francia, y el taciturno socialista Lionel Jospin, su Primer Ministro. El fracaso de Jospin evidenció que el electorado desheredado no repara en trasladar su voto de la izquierda a la derecha, incluso a la extrema derecha.

Francia encara ahora en junio unas legislativas complicadas. “En Marche!”, de Macron, apenas tiene un año. Veremos cuantos escaños conseguirá y si reflejarán siquiera su 24% de la primera vuelta. Los socialistas debieran superar el 6% de su pésimo candidato presidencial, Hamon, muy radical. Mélanchon, mantendrá parte de su 19,5% en la presidencial con sus extremistas izquierdosos antisistema. El Frente Nacional de Le Pen podría superar sus dos escaños actuales en la Asamblea, pero es improbable que consiga muchísimos más. Los Republicanos, el partido de la derecha, mantendrá mejor su proporción de escaños (Fillon consiguió un 20%). Ahora bien, con circunscripciones uninominales a dos vueltas es difícil hacer predicciones y más con un panorama novedoso.

Macron está, pues, abocado al entendimiento con otros partidos. Anhela una transversalidad que aúne derecha, centro e izquierda, rechazando la extrema derecha y la extrema izquierda. Factible, pero complicado. Tarea de funambulista. Necesita conseguir una mayoría afín en la Asamblea Nacional. De lo contrario podrán tumbar a su Primer Ministro y Gobierno. Tendría, entonces, que soportar una cohabitación con un ejecutivo que no sería el suyo. El Presidente francés es poderoso y tiene reservados ciertos dominios políticos, pero sin una mayoría suya parlamentaria puede languidecer a la merced de otros.  

En todo caso, marcan este momento político en Francia, y no solo en el hexágono, el descontento, la indiferencia, el escepticismo y el abstencionismo, sobre todo si se compara la entidad de la reacción antifascista de 2002 contra Jean Marie Le Pen y la actual contra su hija Marine. Esta vez el pacto republicano ha hecho aguas. Está de moda votar “contra el sistema”, incluso absteniéndose.

Macron es un milagro. Casi como Juana de Arco. Solo tiene 39 años. De mentalidad social-demócrata, o liberal-socialista, Ministro de Economía con Hollande, dejó el PSF para montar su propio “movimiento”. Sabía que no prevalecería en una primaria socialista, ni Valls, lo más parecido suyo. La victoria de Hamon le dio la razón. Valls y Hollande le apoyan. No quieren someterse a la izquierda disparatada del partido socialista.

La crisis financiero-económica, soluciones con indiferencia social, un paro importante, sobre todo juvenil, el exceso de riqueza de unos pocos, la corrupción, los guetos raciales, la islamofóbia y otras xenofobias, futuros inciertos y peores para las próximas generaciones, facilitan, entre otras cosas, visiones nacionalistas y de rechazo étnico, barreras arancelarias y muros excluyentes. Muchos abandonan los barcos tradicionales para abordar a babor y estribor barcazas extremistas desde donde se elevan cantos de sirenas imposibles pero dulces para crédulos e ignorantes del pasado.

La moderación solo es alcanzable ahora desde un centro que abarque a parte de los socialistas y de los conservadores además de los propios centristas. Macron es heredero de Hollande, ciertamente, pero debe ser un cambio en la continuidad, lo que no hubiera ocurrido con Fillon o Le Pen. 

Solo desde una mayor generosidad social de aquellos que son más ricos y pudientes se podrán encauzar de nuevo las aguas por lechos sensatos que permitan progresar paulatinamente evitando revueltas destructoras que pudieran traer nuevamente tiempos de miseria, de incomunicación, de enfrentamientos, de guerras, hasta lograr un Renacimiento. Ya ocurrió entre la caída de Roma y el “Quattrocento”. Fue también el tema de la trilogía futurista de Isaac Asimov, “Foundation”.

Macron que ha llegado a la Presidencia de su país sin haber sido previamente elegido para nada, como Trump, aunque, a diferencia del magnate, tiene experiencia de gobierno, deberá remediar el descarrilamiento de las locomotoras tradicionales. Emboscados a solo cinco años vista y acechando su fracaso para quemarle, como a Juana, estarán de nuevo la extrema derecha y la extrema izquierda. Inquietante para Francia y Europa. Por eso, su victoria debiera transmutarse rápida y decididamente en “más Europa” tras las elecciones alemanas de este otoño.

Carlos Miranda

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