La clandestinidad, con los años, termina siendo un problema para quienes buscan reconstruir la historia con veracidad. Hay que bucear en las catacumbas de la intrahistoria para sacar a la luz piezas imprescindibles de ese puzle que es la historia. Una de las injusticias que supuso trabajar en clandestinidad contra el fascismo ha sido la futura invisibilidad, desaparecer y que hechos relevantes puedan ser manipulados.
Sobre ese peligroso y duro trabajo clandestino de pelea contra el franquismo saben mucho las Comisiones Obreras. Y también de las injusticias históricas que invisibilizan unas luchas tantas veces teñidas de sangre.
1972 fue un año muy duro del tardofranquismo. En el mes de marzo fueron asesinados en Ferrol dos compañeros de la Bazán, y dieciséis fueron heridos por balazos de la policía; en junio, fue detenida toda la coordinadora estatal de CCOO…
Pero también fue el año en que ocurrió un hecho tremendamente relevante en el ámbito sociopolítico y cultural que ahora podemos conocer gracias a la muestra “Amnistía que trata de Spagna”, expuesta en el Museo de Historia de Madrid.
Fue en Milán. También en marzo de 1972. La solidaridad con las clandestinas Comisiones Obreras reunió a casi trescientos artistas plásticos españoles, italianos y residentes en Francia; casi medio centenar de poetas y un amplio grupo de cantantes y músicos. La fuerza de la alianza de la cultura y el trabajo, algo que debería resurgir, fue determinante en la lucha antifranquista y, aquella exposición de Milán, hoy tan olvidada como por la prensa franquista de la época, fue una gota muy importante en la lucha por la democracia.
Neruda, Picasso, Genovés, Alberti…, tantos y tantos que ofrecieron su voz y su obra a pesar de los problemas que ello les suponía. No fue fácil. Hoy podemos revivir la muestra milanesa de hace cuarenta y cinco años. Una exposición que también es conmemoración de los pueblos, del movimiento obrero, del movimiento sindical internacional con España.
Aquel “tsunami” de solidaridad internacional con las Comisiones Obreras y la lucha antifranquista fue promovido por la unidad de los sindicatos italianos, con la CGIL a la cabeza. Por ello, es también un reconocimiento a esa unidad sindical italiana e internacional que fue tan necesaria para alcanzar la libertad y la democracia en España. Ese espíritu unitario fue una gran enseñanza: la unidad de la clase trabajadora y su alianza con el mundo de la cultura es la que hace posibles los éxitos.
Esta muestra sirve también para aclarar que a España no llegó la libertad por arte de magia. Franco murió en la cama, pero con el franquismo acabamos movilizándonos en la calle, cómplices de intelectuales y artistas que también necesitaban la libertad para respirar. A través de la Constitución arrancamos inimaginables derechos, y ello ha supuesto el periodo más largo e intenso de progreso social, económico y político de la historia de este país.
Pero esta exposición sirve también para mirar al presente y el futuro. Hablaba Pablo Neruda del “espíritu de lucha indomable” del pueblo español. Hoy necesitamos tirar nuevamente de ese espíritu y emular la solidaridad de que fuimos objeto. Tenemos que hacer alarde de generosidad y esa solidaridad con tantas personas que, como padecimos nosotros, hoy sufren represión, exilio y guerra. En estos tiempos nos toca exigir el derecho de asilo y que este país cumpla con sus compromisos. El 17 de junio vamos a estar en la vanguardia de una manifestación que tiene que ser algo más que un grito.
Y también necesitamos de ese “espíritu de lucha indomable” para hacer frente a ese riesgo de pérdida y recorte de derechos en nuestro país. El 21 de junio vuelve a haber un nuevo juicio contra unos compañeros a los que la Fiscalía solicita siete años de cárcel por participar en una huelga.
La clase obrera, los desfavorecidos del mundo, seguimos en las mismas, porque los derechos no se heredan, se ganan día a día con la lucha. Por ello recomiendo visitar la exposición “Amnistía. Que trata de España. Arte y solidaridad (Milán, 1972- Madrid, 2017)”. Cultura y trabajo unidos en el Museo de la Historia de Madrid.
Jaime Cedrún