miércoles, noviembre 6, 2024
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Virtudes cardinales

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Entre “susto o muerte”, hace ya un mes, la militancia socialista eligió susto. En la victoria final de Sánchez, la prepotencia extemporánea de Díaz y sus mentores y el modo como habían urdido y ejecutado su derribo, pesaron tanto o más que la confianza plena en su figura, ocasionalmente heroica, a veces errática, y sistemáticamente maltratada desde todos los frentes.

El tópico sentencia que las bases son levantiscas cuando se les pregunta. Pero fue Madina quien, en la contienda por la secretaría general de 2014, envidó con la elección directa y Sánchez dijo: “Quiero”. Cómo no recordar aquella convocatoria inaugural de las primarias por Almunia ante la que Borrell hizo lo propio, y cuanto vino luego. Aviso a navegantes. (Inciso. Lo de Zapatero no fue la militancia, fue otra cosa: obra y gracia de una parte de la aristocracia partidaria de entonces, un apoyo mediático bien medido y la ambición natural de un aparato emergente).

Ignoro a estas alturas si Sánchez hará historia y cuánta, pero algunos de los eméritos que apoyaron a Díaz son ahora más historia que antes, aunque no los creo dispuestos a perder, ni a malgastar en este trance, la influencia que conservan y les resulta imprescindible. 

Tampoco veo a los perdedores más conspicuos decididos a apartarse ni a seguirle, de momento. La retirada unilateral de los coordinadores de las ponencias del Congreso (Madina y Díez), por ejemplo, me pareció airada e intempestiva. Falaces las promesas despechadas tipo “respetaré al que ha obtenido la mayoría haga lo que haga”. Clamoroso el silencio de algunos principales, pongamos, ante el comportamiento de El País.

Ni dentro ni fuera, ni el PSOE ni Sánchez lo han tenido fácil ni lo van a tener. Quienes los quieren en manos del PP o de Podemos son lo mismo a los efectos: el gobierno de una derecha, con o sin C’s, pasada ya cientos de pueblos, con el contrapunto inestimable de la caterva podemita asomando la cabeza por los muros del jardín; un escenario pésimo para el común pero que ninguno desprecia. 

El señor Rajoy y el pequeño timonel Turrión son los antagonistas de una obra cuyo tragicómico final sería la perpetuidad de los unos y el asentamiento de los otros. Para ambos, el Partido Socialista es el adversario real. Lo vimos en la moción de censura, forzada para golpear en el proceso del PSOE, y que regaló la tribuna a un Presidente necesitado de intervenir a la vista de las encuestas tras la victoria de Sánchez. TVE cortando la transmisión durante la intervención de Ábalos. Rajoy y Turrión, hasta el aburrimiento, sosteniéndose en vilo mutuamente.

La nueva dirección concrete y pronto cuanto pueda. Huyan del tacticismo y su apariencia. Construyan desde dentro, incorporen, no se recluyan en la leal mediocridad. Hacia fuera, hablen con todos pero no flirteen con aquellos en los que no confían, porque no se puede confiar. Aludir a la fe y a la esperanza no está mal, virtudes teologales nada menos. Pero para conducir este momento, y liderar, mejor emplearse en las clásicas, precristianas, terrestres. Recordemos: templanza, justicia, fortaleza y prudencia. Como poco.

José Luis Mora

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