Quizás sea por la crisis, pero últimamente vengo observando que la juventud española-con la clase media reducida a la mínima expresión gracias a la política económica del gobierno-, se ha polarizado en dos grandes bandos: los chonis o polígoneros por abajo y los pijos por arriba.
Comenzando por los pijos, que son los llamados a dirigir el pais dentro de unos años, tratare de esbozar su retrato brevemente.
Resulta que todos son muy parecidos y que incluso a los varones les sale el pelo igual (ondulado hacia un lado), lo cual es un misterio de la naturaleza digno de estudio científico. Visten las mismas marcas de camisa-no tienen que ir al gimnasio a sacar músculo porque no les hace falta para ligar-, y no estudian en la «complu» que es más del rojerío patrio, sino en universidades privadas y tienen la vida asegurada sean inteligentes o no, pues forman parte de un club en que todos se conocen y se ayudan. Van de vacaciones a Londres o a Estados Unidos por aquello de dominar el inglés y morirían antes de poner un pie en la playa de Benidorm.
Un servidor- que como todos ustedes saben es de origen vallecano-, salió en sus años mozos con una niña pija, posiblemente atraída por un amor romántico al buen salvaje. Disfrute de la moza y sobre todo del chalet que sus pades poseían en Pozuelo. Hasta que la lleve a cenar a una tasca en el barrio donde el camarero era tan feo y sucio que lanzaba un boomerang y no volvia. Me dejo obviamente, perdiendo así la oportunidad de emparentar con una de las mejores familias de Madrid.
Más abajo en la escala social se encuentran los polígoneros. Suelen llevar el pelo rapado, conducen coches con alerones y una pegatina de alguna discoteca en el portón trasero. Dejan los estudios muy pronto por lo que están abocados a trabajos de mierda o en el peor de los casos a la delincuencia.
Pertenecen a familias humildes y muy difícilmente saldrán de su entorno social. Las chicas o chonis, visten muy apretadas y muchas son realmente guapas. Algunas se embarazan muy pronto del Jonathan de turno y su vida transcurre cambiando pañales y tomando botellines en el bar del barrio con su pariente, que se ha transformado en un perro lobo: perro para trabajar y lobo para comer.
Resulta que yo conozco los dos mundos y sinceramente no me atrae ninguno, pero soy capaz de convivir en ambos. Porque al final son tan personas como usted y como yo, con sus anhelos, miserias y virtudes, independientemente si viven en Pozuelo o en Villaverde.
Y eso es de verdad lo que nos hace humanos.
José Romero