domingo, noviembre 24, 2024
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La utopía necesaria

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Ser o no ser emprendedor. Tener o no deudas de por vida. Sin duda alguna, estas son dos complicadas cuestiones. Vivimos inmersos en la revolución laboral del autónomo independiente, del freelance y del “mano-penalti-pido”, o lo que es lo mismo, del yo me lo guiso y yo me lo como. Además, padecemos desde hace años la insufrible avalancha de numerosos textos autoayuda o de los consejos estupendísimos de entrenadores sin chándal (ahora se llaman Coaches) que sudan conocimiento vital y laboral. Frases hechas y eslóganes de superación personal; formidables consejos para alcanzar la felicidad plena, la utopía necesaria, que afloran en internet, en correos electrónicos y en anuncios televisivos sin final.

La red de redes arroja un flamante diccionario de nuevos conceptos, frases y expresiones que, ya incluso, utilizan los más pequeños: la que está cayendo. Lo cierto es que la “pipel” (que diría Ana Botella) sigue siendo la misma, con las mismas inquietudes, pero, eso sí, con más necesidades económicas. ¿Y por qué tengo yo que hacerme emprendedor? Porque ahora toca y punto.

Hace tiempo cayó en mis manos un texto brillante para encarar la nueva vida que me dejó estupefacto. El autor explicaba que sólo vale el ahora, porque la identidad que representa el pasado y la esperanza que se espera del futuro son tan sólo sensaciones ilusorias. Lo único que verdaderamente es real es el presente, el “día a día” que diría John Rambo. Visto así, pues no está mal, pero ¿todo esto convence al personaje que se acuesta pensando en cómo va a pagar la hipoteca, el colegio de los niños, los seguros, el supermercado, el dentista, las multas, los aplazamientos del IVA, los muebles financiados, el verano de campamentos, la luz, el agua, el gas y demás?

Lo de emprender no está del todo mal, sobre todo si uno vale para ello y tiene suerte. Lo de la teoría del presente vale, si uno carece de ansiedad y angustia. Y lo de la autoayuda, en fin, si no queda más remedio. Pero la realidad es que España, y ese es el verdadero problema, es un país de emprendedores de cintura corta, donde no se fomenta en serio el asesoramiento al autoempleo, la ayuda económica al empresario autónomo y el impulso laboral. Ahí queda para la reflexión el dato del “Mapa del emprendimiento 2016”: el 80% de las empresas españolas fracasan en los primeros cinco años, y al cumplir una década, solamente el 10% salen adelante.

Y se me olvidaba, si al emprendedor le va bien, resulta que contrata un equipo y se convierte en un empresario, con la mala fama que tienen. Vamos, que no hay por dónde cogerlo.

Fernando Arnaiz

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