(Todos somos Barcelona)
Mucha tinta va a correr tras los miserables atentados en Barcelona y Cambrils. Sobre diversos temas como la seguridad, la integración de los inmigrantes, el Islam, los yihadistas. Es un debate lógico, aunque se cuelen en el mismo pasiones inapropiadas, xenofobia e idealismos sin contacto con la realidad.
Conviene determinar si en Cataluña la prevención de atentados y el seguimiento de posibles terroristas es eficaz. Los Mossos D´Esquadra reaccionaron con rapidez y valentía. No queda claro, sin embargo, cómo una célula de una docena de yihadistas pudo pasar tan desapercibida hasta que actuó. Puede que la responsabilidad no sea solo de los Mossos, aunque las labores policiales están transferidas a la Autonomía catalana.
Ninguna seguridad está garantizada al cien por cien dijo, acertadamente, Ada Colau, Alcaldesa de Barcelona. Sin embargo, en la cuestión de la protección de las Ramblas barcelonesas han aflorado dudas justificadas. Escudarse en subordinados, la Junta de Seguridad Local, ni es elegante ni es procedente. Son los jefes, en este caso los políticos, los que han de dar la cara y, eventualmente, asumir las responsabilidades, incluso dimitir, eso que tan poco gusta en España.
Afirmar que con bolardos las Ramblas no serían practicables para vehículos de limpieza y emergencia es una falacia porque hay bolardos retractables y de quita y pon. Tan sintomático es como este tema ha saltado a la palestra a modo de carga de profundidad como la manera en la que lo ha abordado la Alcaldesa, erróneamente.
En los medios extranjeros se recogieron estos atentados con consternación y sin afirmar que Barcelona o España sean ahora destinos inseguros para el turismo, aunque sería lógico cierto retraimiento que colmará la felicidad de algunos en España. Sin embargo, hay quien se sorprendió de que nuestro país fuese un objetivo yihadista teniendo en cuenta lo poco involucrados que estamos en la lucha contra el Estado Islámico.
No le falta alguna razón. Somos objetivo para el Estado Islámico y su Califato. Dicen querer recuperar Al Ándalus. Una mayor aportación española en las operaciones antiterroristas en el Oriente Medio podría, incluso, ser una respuesta adecuada. España puede hacer más y con más motivo si pretende ser un país responsable en el ámbito internacional.
Las redes se han llenado de mensajes, comentarios y afirmaciones xenófobas contra los musulmanes. Medias verdades bien hiladas y falsedades. Una argumentación clásica es la de preguntar dónde están los musulmanes moderados que no comulgan con los terroristas si éstos solo son cuatro gatos. Si no se manifiestan en cada pueblo del mundo son todos los musulmanes, parece ser, culpables de favorecer al terrorismo yihadista.
Por reclamar, podrán algunos reclamar una mayor condena por parte de los musulmanes moderados, pero condenas ha habido, como la de las madres de cuatro de los terroristas abatidos por los Mossos y de organizaciones musulmanas.
También se puede uno sorprender por la reacción en Cataluña, pasando a otro tema, de aquellos que en privado están contra la independencia pero que no cuelgan banderas españolas en sus balcones ni rivalizan militantemente contra los secesionistas. En el País Vasco estaban justificadamente amedrentados y muchos tuvieron que irse a otra parte. Puede uno concluir que la moderación no inclina a demostraciones ostentosas, pero ello no implica apoyo alguno a los extremistas.
Rechazar la islamofobia no impide admitir que, en España como en Europa, los inmigrantes y los refugiados producen desequilibrios en la población de los países de acogida, en buena medida psicológicos. Los españoles que emigraron a Europa en los años 50 y 60 del siglo pasado lo saben muy bien.
Es difícil adaptarse a un país que no es el de uno, pero fue un imperativo que los emigrantes españoles, italianos y portugueses que buscaron trabajo en Europa supieron asumir entonces. Es posible que algunos inmigrantes más que otros tengan dificultades en integrarse, incluso que sean renuentes, pero corresponde a la Administración fomentar, velar por, vigilar y comprobar esa imprescindible integración, una cuestión social, económica y política.
Forges dibujó uno de sus personajes llevando un enorme corazón rojo lleno de cariño, amor y solidaridad a Cataluña de parte de toda España. Magnífica viñeta representativa de lo que todos los españoles hemos sentido por el Principado en esta ocasión, pero, como recordó el President Carles Puigdemont, esto no tendrá efecto en los planes de los secesionistas.
No debiera de ser así. El prestigioso columnista Xavier Vidal-Folch afirma que nada será igual. Ojalá tenga razón y sea la sensatez del estadista la que prevalezca en nuestros políticos tras estos atentados. Que la unidad no sea solo contra el terrorismo. Sin embargo, algún comentarista catalán dice que la respuesta española por estos atentados fue fría. Habrá que fastidiarse…
Carlos Miranda es Embajador de España
Carlos Miranda