miércoles, septiembre 25, 2024
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Tres catalanes

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Este domingo se ha publicado en el diario El País un manifiesto de gentes de la cultura, muchos de ellos nombres insignes, que rechazan el destructivo referéndum separatista. Reclaman para la izquierda, en la que se encuadran, la denuncia de las maniobras antidemocráticas del independentismo gobernante en Cataluña al tiempo que se distancian ideológicamente del gobierno de España. Son de izquierdas, muchos de ellos catalanes.

En la historia no lejana, varios entre los más insignes baluartes de esa maravillosa y centenaria cultura se revolvieron contra los abuelos ideológicos de los que hoy desgobiernan nuestra Cataluña, sobre todo contra los que hicieron de la persecución religiosa, que es una forma de persecución ideológica, herramienta distintiva.

Podría hablar de los pintores como Dalí, catalán universal y español del mundo, pero hoy me voy a referir a tres catalanes cuyo grueso de su biografía transitó en el entorno de la derecha ideológica y que han aportado a las letras catalanas y españolas, pero sobre todo a la lengua catalana, sus más altas cotas de belleza y sabiduría en el recientemente pasado siglo XX. Me encamino a escribir breve nota sobre Josep María de Sagarra, Josep Pla y Martín de Riquer.

Dos de ellos, Sagarra y Riquer, pertenecientes a la muy antigua nobleza catalana; el tercero, Pla, a una familia de propietarios rurales de la Cataluña medular ampurdanesa. Los tres han escrito páginas imprescindibles para la cultura y los tres estuvieron condicionados en su vida y en su obra por las terribles convulsiones de la España de la centuria anterior. Los tres, cada uno a su manera, combatieron la revolución y la secesión en el entorno que les tocó vivir y en el lado que sus creencias y su fe les colocaron, aunque nunca fueran su horizonte previo.

Pla, tras una juventud que coquetea con el anarquismo, casi siempre estuvo vinculado a Cambó, aunque conoció y luego visitó a José Antonio en la cárcel e incluso escribió, bajo seudónimo, artículos encendidos en la publicación falangista FE. Al comienzo de la Guerra Civil, una partida anarquista quiso fusilarle, se libró de milagro y le faltó tiempo para huir a Marsella, donde sostenido por Cambó se inscribe en el SIFNE como espía número 10 y rinde importantes servicios al espionaje del bando franquista. Al finalizar la guerra se une a don Manuel Aznar, que se había hecho cargo de la dirección de La Vanguardia. Hasta el final de su vida temió al extremismo que había combatido.

Josep María de Sagarra, gran amigo de Pla, era un escritor en catalán muy conocido y querido en la Cataluña de antes de la guerra, probablemente no muy político. Al estallar el conflicto tiene que ayudar a huir por estar en peligro de muerte cierto a su hermana, superiora de una orden religiosa y a otros. Enseguida, él mismo se sintió gravemente amenazado y huyó a Roma. Cuando vuelve a España en 1940 retoma su vida de escritor y se revela en plenitud, escribe y escribe y logra el reconocimiento de todos. En 1956 fue Premio Nacional de Teatro por su obra 'La ferida lluminosa', llevada al cine mucho después por José Luis Garci, y en 1960 le conceden la Gran Cruz de Alfonso X el Sabio con la crítica de sectores de la izquierda y el nacionalismo por su condescendencia con el Régimen, la mala costumbre de juzgar mezclando el valor literario con la adscripción doctrinal.

Martín de Riquer, más joven que los anteriores, toma parte activa en la contienda bélica alistándose al requeté en el Tercio de Monserrat, como cientos de catalanes, angustiado por la persecución religiosa de la que fue testigo directo. Antes de la guerra había publicado varios estudios sobre literatura medieval provenzal, después de ese trágico periodo se consolidó como referente indiscutible en su materia, sus ediciones de clásicos son hoy todavía admiradas y llegó a ser el primer miembro de la Real Academia que disfrutó de la reforma de los estatutos de la misma, que exigían residir en Madrid a los académicos. Un catalán de postín el primero. A comienzo de la democracia, ya madura su larga vida, el rey Juan Carlos le hizo Senador Real.

Los tres fueron víctimas y protagonistas de su tiempo. Los tres fueron la mayor parte de su vida unos conservadores que nada tenían que ver con el fascismo ni hubieran deseado nunca la dictadura de Franco, el sentirse aterrorizados y perseguidos por la revolución y la secesión les situó. Los tres catalanes catalanistas pilares de su cultura. Los tres españoles.

Juan Soler

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