lunes, noviembre 25, 2024
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Amarrando Cataluña

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El Barcelona recibió al Juventus el 12 de septiembre pasado con una enorme banderola para las televisiones extranjeras que rezaba “WELLCOME TO THE CATALAN REPUBLIC”. Los separatistas buscan el apoyo internacional y el Barça es un club político más que uno deportivo.

Lo que ocurre con Cataluña interesa fuera al igual que nos interesan Quebec o Escocia. En este mundo global todo se juega a la vez en tableros nacionales e internacionales. Romeva, el Conseller para asuntos internacionales de la Generalitat, ha viajado por todas partes vendiendo separatismo. El Ministerio español de Exteriores expuso fuera las fábulas secesionistas. Su Ministro, Dastis, ha mencionada esta cuestión en la Asamblea General de las NNUU y Rajoy le dirá algo a Trump este martes.

El prestigioso “European Council on Foreign Relations” (ECFR) publicó recientemente un estudio desmitificando los falsos argumentos de los independentistas para quienes España coloniza Cataluña e impide que se exprese libremente. España no es Serbia ni Cataluña es Kósovo. ECFR explica porque el referéndum independentista es ilegal.

El diario francés “Liberation” señalaba hace poco que el desafío del separatismo catalán a la democracia española se basa en un nacionalismo excluyente y obtuso. Permitir la independencia de una región europea, añade, sería un precedente desastroso para el futuro de la Unión Europea.

Más preocupante es que Putin haya soltado sus perros cibernéticos, como publica El País, para medrar en detrimento de España y de la UE, como ya lo hizo antes en EEUU, Francia y otros lugares. Assange sería, a estos efectos, un peón suyo mientras el Kremlin afirma angélicamente no saber nada.

Además de la opinión pública española, el interés internacional es suficientemente importante como para que el Gobierno español cuide no resbalar hacia un ejercicio de autoridad exagerado ni caiga en las provocaciones de los secesionistas que no tienen nada que perder. Quieren la independencia a cualquier precio. Ahora, con insubordinación civil, luego, veremos. Puigdemont ya habla de salir al balcón para proclamar la República catalana.

En bastantes casos unas multas pueden ser muy eficaces. El bolsillo duele más y victimiza menos. Sin embargo, la entidad de la rebelión puede obligar a medidas indeseables. Rajoy preconiza la “proporcionalidad”. Hace bien, pero con las vías de comunicación en mal estado se puede descarrilar fácilmente.

Lo importante sigue siendo llegar a soluciones pactadas. Retomar un dialogo político. Llevamos demasiado tiempo solo con desplantes separatistas desleales y respuestas jurídicas. Nunca tuvo Rajoy la iniciativa política y mira que le avisaron desde hace años. Incluso desaprovechó su mayoría absoluta para manejar la cuestión controladamente. Rajoy se asemeja a un equipo de fútbol con una muy buena defensa, un centro que controla mal la cancha y una delantera inexistente. Así se pueden perder partidos y Cataluña.

Hay independentistas irreductibles, ciertamente, pero también un segmento importante por reconquistar, entre un 20 y un 30 por ciento. Debiera de ser un objetivo esencial. Solo el PSOE ha puesto sobre la mesa dos posibles soluciones políticas con sus iniciativas, complementarias, de mejorar el actual Estatuto y de una España federal. El acuerdo entre PP y PSOE de poner en marcha una comisión para reformar la Constitución es una buena noticia. Rajoy se aviene así a una vieja demanda socialista. Constituye ello una admisión suya de haberse equivocado durante años. El uniforme de gendarme le cae bien, pero el de hombre de Estado no está en su armario.

Hay que ponerle ahora el cascabel a un gato enfurecido con el paso de los años. ¿Tendrán que intentarlo Rajoy y otros políticos de poca altura? Con casi una mitad de catalanes aparentemente dispuestos a la independencia, la solución debe ser política e inclusiva, sin vencedores ni vencidos. Otra cosa son los que infringen la ley. Ésta debe caer inexorablemente sobre ellos y su patrimonio.

Es prioritario recomponer el jarrón. Quizás la reforma del Estatuto catalán en 2006 no era imprescindible, pero el resultado no alentaba la independencia. Todo lo contrario. Prueba de ello es que los separatistas están violando ese Estatut con su desconexión.

Los responsables del independentismo son solo los separatistas. Bien es verdad que el recurso al Tribunal Constitucional de un Estatuto aprobado por el Parlament, las Cortes, con modificaciones, y en referéndum por los catalanes, con esas modificaciones, no fue un acierto político. Eran épocas esas, primera legislatura de Zapatero, en las que “ZP” era un Presidente «ilegitimo» para muchos en el PP. Todo valía contra Zapatero.

El futuro solo puede ser negociado. No se deben temer nuevas transferencias ni la retrocesión de algunas, como en Alemania. La Ley debe aplicarse, pero no es la solución final. Eso sí, la deslealtad educativa y cultural debería desterrarse. Habrá que reconciliarse con viejos fantasmas.

Carlos Miranda es Embajador de España

Carlos Miranda

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