Nadie más casta que el tal Jordi Sánchez. Y nadie más “pato cojo” que Puigdemont. El uno mandando (desde la ANC) y el otro de vocero han convertido a Cataluña en un auténtico «activo tóxico».
Las élites catalanas, desamparadas por el derrumbe del “tres per cent” y convertidas en “patos cojos” sin futuro político, a causa de una gestión de la crisis basada en la austeridad y el recorte, han decidido reconvertirse al populismo nacionalista, antes de quedar al albur de cualquier advenedizo de los “comunes” o de cualquier venganza ciudadana.
Nada mejor para ocultar sus complicidades que recurrir a la vieja “rauxa” catalana, la política de la ira, la rabia de la pequeña burguesía condenada a la irrelevancia. Capitaneada por una “gauche divine” prejubilada y ya irrelevante y una casta convergente en desaparición, una gente cabreada en Barcelona y algún que otro municipio del cinturón metropolitano ha logrado silenciar a la mayoría de los catalanes y conducir a su tierra a un páramo inseguro.
Quienes ahora se escandalizan desde los medios de la nueva época – acusados de fascistas – debieron saber que el populismo por ellos financiado no se limitaría a forzar una debilidad de estado en la que medrarían sus influencias y negocios de nuevo tipo, que ahora pondrán en manos de algún chino
En un hilarante titular, un periódico independentista decía que “la bolsa española premia a las empresas que abandonan Catalunya”. Es el capitalismo estúpidos, es el capitalismo. No serán españoles los inversores que abandonan los fondos de los que ya no eran bancos catalanes, y son de los que hicieron la huelga patriótica los que caminan a las notarías a cambiar su sede social.
¡Qué bonito fue pasear por las alamedas con los capitalistas, inversores y ahorradores defendiendo la patria, mientras ellos sacaban sus dineros y amenazaban vuestro empleo!
“Al dinero no le gusta el ruido” o “el capital no tiene patria”; podéis elegir alegres muchachos y muchachas entre la consigna neoliberal o el grito anticapitalista, para ocultar el “fake” de todos los discursos económicos.
El caso es que una manada de “patos cojos” ha llevado a Cataluña a ser un “activo tóxico” En política se llama “pato cojo” a quienes carecen de futuro político, sea por decisión o por mandato legal. Hay abundantes en Cataluña que serán barridos. Entre ellos y ellas, todos los que han defendido su patrimonio pidiendo una limosnita para pagar su multa o dimitiendo para que no se la pongan, mientras han dejado el patrimonio de los demás en el alero.
Ellos y ellas, capaces de cargarse hoteles turísticos, empresas, sedes bancarias o Agencias Europeas han llenado a una parte de su pueblo de una rabia infame y ha llevado a la otra a una tristeza próxima al abandono.
Sí; España sufrirá. Pagaremos más por nuestras deuda y retrasaremos un par de años nuestra recuperación. Pero Cataluña se despertará fallida, con los capitales huyendo a terreno europeo.
Quienes hablaban de transiciones a la inglesa, mintieron. Cataluña no tiene City, ni mercados exteriores, salvo España. Las dos infraestructuras más relevantes, el puerto y el aeropuerto serán españolas y nadie reconocerá otra propiedad. Bastará un gesto de Montoro para que las multinacionales de la estiba – que tampoco tienen patria- abandonen a los aguerridos y excelentemente pagados estibadores y sus amarillos sindicatos, para descargar en Valencia o Algeciras.
Todo estaba atado y bien atado. Lástima que en un mundo global, las ilegales leyes de los “patos cojos” no frenen el flujo de capitales. Vamos, convocad a los catalanes a que saquen sus ahorros del Sabadell y la Caixa, que los pongan en la hucha.
La “rauxa” es lo que tiene: produce dolor y destroza un país.
Sí; España sufrirá: un dieciséis por ciento de su PIB es ya tóxico. Pero los que viven de ese PIB corren un serio riesgo. Y uno no se alegra. Espera que los “patos cojos” abandonen y que la casta reconvertida desaparezca. Una mañana de revolución está apunto de dejaros sin setos en los que cobijaros. Tened cuidado, la “rauxa” rebota siempre.
Juan B. Berga