Siempre me he preguntado qué sentido tiene regresar al pasado para pelear. El que lo hace, pierde energía y desenfoca sus objetivos. Algo le falta, algo le sobra, cuando necesita refugiarse en lo que ya pasó o no tiene solución.
En estos días, en que celebramos en Estados Unidos el Mes de la Herencia Hispana, la Hispanidad, o como queramos llamarle, se disparan las reservaciones de viajes al pasado. Vuelve a hacerse presente lo sucedido hace más de 500 años, no como un sano debate para evitar cualquier episodio presente o futuro, sino para seguir exigiendo responsabilidades. ¿Acaso pedir cuentas a los españoles, tantos siglos después, no sería como exigir responsabilidad a los italianos por las atrocidades del imperio romano?
Como afirma el genial Eckhart Tolle, «hay un delicado equilibrio entre honrar el pasado y perderse en él».
En mi opinión, hoy corresponde reflexionar sobre la ambición, las guerras, el ego y el supremacismo, para que no vuelvan a repetirse escenas tan trágicas. ¿Qué papel tienen estos males en las sociedades actuales? ¿Los hemos erradicado de nuestras vidas o sobreviven peligrosamente?
Todo el mundo sabe que están presentes —algunas veces, camuflados—, incluso en aquellas sociedades que fueron víctimas de los colonialismos español, portugués, británico… Para analizar lo que nos sucede, sí debemos visitar el pasado. Estamos en la obligación de evaluar hechos y contextos, para sacar conclusiones y evitar que nos vuelva a suceder. No es alarmismo, sino una reacción a los problemas actuales desde la consciencia.
La segunda parte de esta reflexión se fundamenta en mi profunda creencia de que siempre podemos convertir los problemas en oportunidades, y darle la vuelta a la tortilla. Sobre todo, en situaciones históricas que escapan de nuestro control.
De aquellos acontecimientos nació una comunidad identificada por un hermoso y popular idioma y por una cultura espectacular. Celebrar hoy lo que nos une no es justificar lo sucedido a partir de 1492. Podemos vivir permanentemente instalados en el pasado, o ser conscientes del presente y trabajar por el bien común.
Prefiero centrarme en la extraordinaria labor de millones de hispanos en todo el mundo, en la enorme influencia que hoy ejercemos en Estados Unidos, en la gran literatura de García Márquez, Vargas Llosa, Jorge Luis Borges, Alejo Carpentier u Octavio Paz, y en el avance general de nuestras naciones. Hoy yo miro hacia adelante y afirmo: ¡Viva la Hispanidad!
Ismael Cala