El próximo viernes no será como todos los viernes. Me despertaré a las 7.15 como todos los días, eso sí, pero es muy posible que me de mucha más prisa en pasar por la ducha, hacer un rápido repaso a todas las cadenas de radio, prepararme el batido de frutas que no sé si será muy détox pero que sale riquísimo, hacer el café en la imprescindible Nesspresso, mirar mi Facebook y saldré pitando a la parada de autobús, que me deja a un paso del Senado. Y ahí comienza la diferencia.
El viernes 27 llegará al Pleno del Senado la propuesta del Gobierno para aplicar el 155. Después de años de mentiras, provocaciones, insultos a España, destrucción de toda legalidad, métodos de actuación nazis, utilización de niños como escudos humanos o acosándolos en sus colegios como forma de atemorizar a sus padres, abusos emparentados con la limpieza étnica… han colocado el escenario político en el punto que parecían desear. A los dioses cuando quieren cegarnos les basta con cumplir nuestros deseos.
Ese día, cuando me dirija al Senado, pensaré en todo lo que ha pasado los últimos años mecido por el traqueteo del autobús. Recordaré cómo han buscado el enfrentamiento frontal a sabiendas de que no podrán llegar a su objetivo por los medios legales normales. Con rabia enfebrecida. Como si estuvieran locos sin estarlo. La soberbia es una pésima consejera política. Disfrazar el mal para aparentar el bien tiene un recorrido insuficiente. No se trata solo de legalidad, por supuesto, también es una cuestión de principios, moral y ética. El separatismo ha mostrado su faz más ridícula, infantil, terrible y antiestética. Son capaces de cualquier cosa. Ya sea torturar psicológicamente a los niños en las escuelas porque sus padres no han ido a la manifestación de su preferencia, o porque han ido a otra que les lleva la contraria o, simplemente, porque sus padres son guardias civiles o policías nacionales, o insultar y acosar en la calle a gentes que, por su relieve público, sus opiniones tienen audiencia y se han atrevido a contrariarles, difamar a los jueces y fiscales mintiendo para disimular que los políticos independentistas presos por delinquir son presos políticos, cualquier mentira, canallada o felonía les es útil. Los que se parapetan en la palabra diálogo persiguen socialmente a quienes osan comenzar una frase diferente, distinta al discurso totalitario con el que pretender romper España y crear la moralmente repugnante República de no se sabe qué. Nunca han querido el diálogo, que no mientan más. El diálogo como pretexto para que el contrario solo pueda asentir es el monólogo de la tortura social a gran escala.
Cuando entre por la plaza de la Marina Española al noble edificio antiguo de la Cámara Alta caminaré seguro. En todo este escenario escalofriante que ha diseñado el separatismo aparece solitario, definible un simple artículo de nuestra Constitución. Y se va a aplicar. Yo lo tengo que votar en el Senado. Por eso tendré prisa el viernes 27 al llegar al hemiciclo para apoyar al Gobierno, al que no han dejado otra posibilidad que aplicar las medidas que se necesitan para restaurar la ley y el orden y defender a todo un país. Me alegraré de contribuir con mi voto a parar a un ejército de locos, malvados y mediocres que utilizan el dinero de todos para agredir a la mayoría, que se transforman en discípulos de Göebbles con una sonrisa propia de película de terror, que buscan someter y destruir a la nación más antigua de Europa.
Llegaré a mi escaño y a mi lado estarán Ovidio y Eugenio, he tenido mucha suerte con la compañía, igualmente conscientes, curiosos y tranquilos. Escucharemos a todos los grupos. Los representantes del golpismo ya sabemos lo que dirán. Sus ayudas de cámara y felpudos ocasionales, Podemos, relatarán una farisaica denuncia del Gobierno y del sistema burgués-capitalista que quieren destruir y de esta quieren sacar rédito para demoler la democracia que no les da el poder que anhelan con esa filosofía de patio de Monipodio de a río revuelto. El PNV, que en el fondo piensa que todo es una locura y que se estatuye el precedente que temen, defenderán como puedan lo que en este caso no piensan. El resto, PP, PSOE y el grupo Mixto donde están Ciudadanos, Unión del Pueblo Navarro y Foro Asturias, la inmensa mayoría, votaremos apoyar al Gobierno. No recuerdo el tiempo que pueden utilizar los oradores en sus intervenciones, pero a Xosé Manuel Barreiros, gran portavoz del PP, le va a faltar porque las razones son tantas y de tanto peso que podría consumir una jornada completa.
Votaré y me acordaré de todos aquellos que estaban conmigo y yo con ellos en la inmensa manifestación de Barcelona el 8 de octubre y que pedían simplemente España y ley en un unánime grito de socorro y dignidad. Cuando Pío García Escudero lea el resultado me levantaré satisfecho, aplaudiré y sonreiré al pensar que habrá menos gente que se pregunte para qué sirve el Senado.
El viernes 27.
Juan Soler es Senador de España.
Juan Soler