domingo, noviembre 24, 2024
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«Moron»

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Rex Tillerson y Jim Mattis, respectivamente Secretarios de Estado y de Defensa, realizaron en julio una presentación a su Presidente, Donald Trump, sobre los despliegues diplomáticos, militares y de la CIA por el mundo. Qué cosas no afirmaría, comentaría y preguntaría Trump, que poco después Tillerson dijo que era un «moron» (idiota). Lo desmintió luego sin que nadie le creyera.

También tiene tela que el Presidente ridiculizara los esfuerzos de Tillerson para suavizar las tensiones entre Pionyang y Washington con el objetivo de rebajar las amenazas nucleares norcoreanas a sus vecinos y a los EEUU.

Tillerson, ex-Presidente de la mayor petrolera americana, Exxon, interesó a Trump por sus contactos mundiales. Especialmente con Putin, ídolo, entonces, de Trump, porque Exxon tiene en Rusia muchos intereses. Sin embargo, Putin y Rusia siguen sin ser bien vistos en los EEUU tras desvelarse las intervenciones de “hackers” rusos en la campaña presidencial estadounidense en detrimento de Hillary Clinton.

Cataluña también es un objetivo ruso para desestabilizar la Unión Europea mediante “hackers” y desinformación. Asimismo, y según papeles intervenidos, los separatistas catalanes pretendían tras su independencia ponerse bajo la protección de algún país hasta desarrollar su propia defensa. Como ningún miembro de la UE o de la OTAN se prestaría a ello, Rusia podría haber sido su candidato.

Trump quiere reducir un 30% los presupuestos del Departamento de Estado. Ello dejaría a su diplomacia disminuida y malheridos los programas de ayuda y cooperación al desarrollo, esenciales para que la política exterior de los EEUU no se limite a su poderío militar. El Congreso se resiste a estos recortes. Por ahora.

Tillerson y el equipo de Trump siguen peleándose acerca de los nombramientos de colaboradores del Secretario de Estado. Muchos puestos de la diplomacia washingtoniana están sin cubrir. Asimismo, Tillerson reorganiza su Departamento arrinconando a profesionales. Desde sus Embajadas se quejan de falta de instrucciones.

Con la herramienta de trabajo disminuida y un Presidente al que estima poco, Tillerson debe añorar cuando era el amo de Exxon y decidía sus relaciones exteriores sin tener a un “moron” a quien rendir cuentas. Difícilmente podrá rivalizar ahora con Secretarios de Estado históricos como Dean Acheson, George Marshall, Henry Kissinger o recientes como Jim Baker e Hillary Clinton. Dicen que pensó en dimitir, pero le disuadieron. Hubiera sido un palo para Trump. También para los que desean a gente equilibrada alrededor suyo.

Eso representan Jim Mattis, en el Pentágono, y John Kelly, Jefe del Gabinete de la Casa Blanca, ambos generales de los Marines. También el general de tierra H. R. McMaster, Consejero de Seguridad Nacional en la Casa Blanca. Son unos pretorianos de los que se espera que inculquen sensatez a Trump. Otros temen que manipulen al Presidente.

¿Tendrá futuro la pareja Trump-Tillerson? ¿Especialmente cuando nadie sabe de qué pie se levanta cada día el magnate y la maquinaria diplomática está gripada? Tillerson tampoco habría sabido integrarse en los hábitos del Presidente para “hacer equipo”. Prefiere irse los fines de semana con su familia, abuelos y nietos incluidos, en lugar de quedarse a cenar “en pandilla” con su Presidente, en su nuevo hotel de Washington.

¿Volverá Tillerson a querer dimitir? ¿Preferirá seguir por ahora en el servicio público antes de volver al sector privado? ¿Le echará Trump? ¿Seguirán como esos matrimonios mal avenidos que no se divorcian?

Mientras tanto, Trump realizó la semana pasada una gira por Asia. En Tokio alentó el sentido combativo del samurái. Si Japón y Corea del Sur adquieren armas nucleares para contrarrestar a Corea del Norte con la bendición de Trump, el Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP) acabará reventando. Es un tratado imperfecto, pero dificulta la proliferación de armas nucleares. Mejor sería fomentar una mejora económica norcoreana con polos de desarrollo a lo largo de la frontera sino-coreana y entre las dos Coreas.

Trump ha pedido una modernización e incremento del arsenal nuclear norteamericano, algo que Putin también quiere para Rusia. Moscú ocupó por la fuerza Crimea y amenaza en el Báltico. Crimea fue, ciertamente, un territorio ruso cedido a Ucrania cuando la URSS, pero, luego, fue reconocido por Moscú como territorio ucraniano. Nada disculpa el zarpazo de Putin que, más bien, evidencia su desprecio por los compromisos adquiridos.

Eso es preocupante, como lo es que algunos quieran justificar en el pasado ruso de Crimea la ilegítima ocupación por el Kremlin que, asimismo, fomenta el separatismo del Este de Ucrania. El frío ha vuelto a caer ente EEUU y la UE por un lado y Rusia por el otro. El dialogo es necesario, pero tampoco es posible avalar la prepotencia rusa respecto de sus vecinos.

Mientras tanto, la investigación sobre los contactos de la campaña electoral de Trump con los rusos sigue avanzando y han imputado a varios colaboradores electorales suyos. ¿Se estrecha el cerco?

Carlos Miranda es Embajador de España

Carlos Miranda

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