El 2 de octubre de 1985, el mundo vivió una conmoción mundial. Las portadas de los periódicos se hacían eco de la muerte de Rock Hudson, “víctima del SIDA”, esa enfermedad tan desconocida como tabú en aquellos momentos. La muerte del galán de Hollywood no fue en balde, pues sirvió para ponerle rostro a esa “peste del siglo XX”, a ese “castigo de Dios” contra los homosexuales, tal como clamaban los sectores ultras espoleados desde unos Estados Unidos presididos por Ronald Reagan. El destino quiso que Rock Hudson y Ronald Reagan fueran amigos, lo que comenzó a propiciar un cambio de rumbo en las manipulaciones mediáticas conservadoras.
Luego hubo más famosos de todos los ámbitos, que contrajeron la enfermedad por diversas causas, como el científico Isaac Asimov; el filosofo, Michael Foucault; el jugador de la NBA, Magic Johnson; el cantante, Freddy Mercury; el bailarín Rudolf Nureyev…, y así una larguísima lista.
Poco a poco se fueron conociendo las vías de transmisión de la enfermedad y que el virus (VIH) no discrimina, que puede afectar a todas las personas por igual siempre que hubiera exposición a prácticas de riesgo, incluso en un quirófano mal esterilizado. El problema de la actualidad es que una de cada cuatro personas con VIH no sabe que es seropositivas, por lo que hay que clamar, hay que animar a la sociedad a que ante la más mínima sospecha se realice una prueba que es rápida y sencilla.
Los avances médicos en este tiempo han sido muy grandes y en la actualidad los tratamientos antirretrovirales no sólo permiten mantener controlado el virus con una buena calidad de vida, sino que llevan al virus a una situación de “indetectabilidad” que impide que se pueda transmitir el virus en sus relaciones sexuales, principal vía de infección. A pesar de ello, tal como denunciamos desde CCOO de Madrid, la sociedad parece ir diez pasos más atrás y se mantiene la “serofobia”, el miedo a contraer el virus, simplemente por prejuicios y desconocimiento.
El 1 de diciembre acabamos de conmemorar el Día Internacional de la Acción contra el SIDA, que instauró la ONU en 1988, fecha a la que nunca hemos sido ajenos en las Comisiones Obreras que nos ha animado a participar en la campaña #YoTrabajoPositivo con el ánimo de explicar que el lugar de trabajo no es una vía de transmisión.
Esta campaña nació el pasado año con el respaldo de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) o la Organización Mundial de la Salud (OMS) para popularizar la evidencia de que las personas con VIH pueden realizar prácticamente cualquier ocupación u oficio sin riesgo de infectar a terceras personas. Es hacer frente a la “serofobia” desde el mundo laboral.
La mayoría de las personas que viven con VIH son trabajadoras, pero presentan un nivel de desempleo que triplica el de la sociedad española en su conjunto. En los centros de trabajo el VIH sigue siendo un tema tabú, de tal forma que cerca de un 40 por ciento de la población trabajadora reconoce que les “incomoda” compartir o trabajar junto a una persona que vive con VIH. En esta línea, la Comisión Ejecutiva de CCOO de Madrid hemos aprobado una resolución que insta a romper con el estigma y la discriminación que golpea a estas personas.
Hay que combatir el miedo en los centros de trabajo y en la sociedad y en ello, la política tiene una importante labor. No es baladí que exijamos cambiar el concepto “infecto-contagioso” por el de “infecto-transmitible” en relación con el VIH, lo que facilitaría la eliminación de circunstancias de discriminación en el acceso a determinados empleos de la función píblica, sanitaria y de seguridad.
Además, se hace imprescindible un pacto contra la discriminación por VIH con la representación de la administración, los agentes sociales y el movimiento asociativo. Una sociedad realmente igualitaria requiere también de una reforma de los procesos selectivos de empleo público en el ámbito local y autonómico. La administración pública debe dar ejemplo y no puede excluir a las personas que viven con VIH. Hay que cambiar las normativas que regulan la seguridad privada y las ordenanzas municipales del taxi que excluyen a las personas con VIH.
Las cifras, tras las que hay dramas humanos, no son halagüeñas según la OMS. En España son 141.000 personas las que viven con el virus, siendo Madrid la región más afectada. Es decir, la prevención no puede ser víctima de los recortes. No es viable el abandono que se está sufriendo en este asunto. Y como no, desde el mundo sindical hay que reforzar una negociación colectiva en la que se garanticen políticas de igualdad y prevención, así como de supresión de discriminaciones.
Progresar también es acabar con los prejuicios, los estigmas y la discriminación que todavía padecen las personas que viven con VIH.
Jaime Cedrún