lunes, noviembre 25, 2024
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POTUS, prejuicios y mundo árabe

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POTUS es el acrónimo elaborado a partir de President of The United States, léase en estos momentos Donald Trump y antes Obama y Bush el renacido (el padre pertenece a otra era geológica). Hablemos de prejuicios relacionados con el mundo árabe, en el sentido de juicios previos con los que llegan algunos gobernantes al mando.

Cuenta gente bien informada que trató a los aludidos que George Bush hijo en el momento de ganar las elecciones, incluso antes de tomar posesión en enero de 2001, tenía la idea fija de invadir Irak y así se lo trasladó a su antecesor Bill Clinton en pleno traspaso de poderes. Luego llegó el 11S, la intervención en Afganistán (17 años ha), la invención de las armas de destrucción masiva y la invasión de Irak -con su coalición de apoyo- y su destrucción como Estado hasta hoy. En este primer caso el prejuicio se convirtió en acción.

Las guerras preventivas dieron paso con Barack Obama a los premios Nobel preventivos, y un muy conocido discurso de 2009 en la universidad egipcia de Al Azhar en donde el presidente de EEUU tendió puentes entre su país, Occidente y el Islam, un discurso religioso más que político en el que Obama asumió el papel de representante de la Cristiandad, en línea con todos los emperadores de esta parte del mundo desde Carlomagno. Digamos que el marco favorecía el tono, aunque el lugar se elige cuidadosamente y por tanto nunca es casual.

Desconfiemos siempre de planteamientos religiosos referidos a política internacional, confunden más de lo que aclaran, nada.

Recordó Obama en aquella ocasión que el primer país en reconocer la independencia norteamericana fue Marruecos, circunstancia que daría para muchas columnas pasando por Perejil y el mando militar Africom que hoy opera desde Morón.

«Estados Unidos no está y nunca estará en guerra contra el Islam. Sin embargo, les haremos frente sin descanso a los extremistas violentos», dijo; «la situación para el pueblo palestino es intolerable. Estados Unidos no les dará la espalda a las aspiraciones legítimas de los palestinos de dignidad, oportunidades y un Estado propio», añadió; «Estados Unidos no acepta la legitimidad de más asentamientos israelíes. Dicha construcción viola acuerdos previos y menoscaba los esfuerzos por lograr la paz. Es hora de que cesen dichos asentamientos».

Impecable en el discurso, los resultados prácticos de los prejuicios de Obama en Oriente Próximo y norte de África fueron bastante menores, salvando el ahora amenazado acuerdo nuclear con Irán; en el limbo coloquemos la decisión de no invadir Siria, con no pocas ventajas aunque esté lejos de la no intervención, hoy encarnada en discretas operaciones especiales sobre el terreno y diarios bombardeos aéreos -con cazas y drones- que continúan hasta la actualidad.

Habló Obama en El Cairo de democracia, desarrollo, derechos de la mujer, bellas palabras que tuvo ocasión de ayudar a llevar a la práctica pues su mandato convivió con las primaveras árabes, si bien el resultado más claro fue la bendición norteamericana al golpe de Estado en el mismo Egipto del discurso.

Al final de su segunda legislatura Obama firmó en 2016 con Israel un acuerdo de asistencia militar por importe de 34.000 millones de euros, el mayor de la historia con ese país y de la historia de los acuerdos de asistencia militar, y siempre teniendo en cuenta que estos pactos son para tiempos de paz.

Y llegamos a Donald Trump, que si creemos a un reciente cronista nunca pensó seriamente que fuera a ocupar el cargo y alcanzó la presidencia también cargado de prejuicios.

Ya con el maletín nuclear a su alcance, sus primeros meses nos los cuenta Michael Wolff en el libro «Fuego y furia» que ha escrito tras casi un año escuchando a todo el mundo en la Casa Blanca, empotrado en la Casa Blanca, que en este caso no ha tenido resultados positivos para el anfitrión.

Este periodista pone en boca de quien fue estratega jefe de Trump, el ultraderechista Steve Bannon: «El primer día trasladaremos la embajada de Estados Unidos a Jerusalén».

Y otro párrafo atribuido al mismo Bannon, hoy ya despedido del entorno presidencial de Trump y de gira por Europa estos días trabajando la internacional del populismo: «Dejemos que Jordania se quede con Cisjordania, dejemos que Egipto se quede con Gaza. Dejemos que se arreglen o que se hundan intentándolo. Los saudíes están al límite, los egipcios están al límite, todos aterrorizados por Persia (sic)…, Yemen, Sinaí, Libia… Esto pinta mal… Por eso Rusia es tan clave… ¿Tan mala es Rusia? Son malos, pero el mundo está lleno de tipos malos».

Preocupante indicio de los prejuicios del actual presidente de Estados Unidos, que la realidad ha confirmado con el traslado en marcha de la embajada a Jerusalén, decisión a la que se ha sumado Guatemala, que sus razones también tendrá.

Vemos como conclusión muy general que los prejuicios de los presidentes de EEUU de ideología republicana se llevan a la realidad con más firmeza que los prejuicios demócratas; para ser más exactos se podría afirmar que los prejuicios republicanos se aplican muy fielmente en política internacional y los prejuicios demócratas trabajosamente en política interior.

Para continuar este asunto habrá que seguir los acontecimientos y la efectividad del yerno de Trump en su labor política en Oriente Próximo, si continúan los acontecimientos: otro indicio reciente, éste objetivo, es que el presidente Trump ha tenido en un año cuatro directores de Comunicación, dos consejeros de Seguridad Nacional y dos jefes de Gabinete.

«Los pueblos del mundo pueden vivir juntos y en paz. Sabemos que ésa es la visión de Dios. Ahora, ésa debe ser nuestra labor aquí en la Tierra. Gracias. Y que la paz de Dios esté con ustedes», acabó Obama su discurso y yo la columna.

Carlos Penedo

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