El catolicismo se encuentra actualmente confrontado a una evolución social que considera normal el divorcio, aceptable el aborto, inaceptable la pedofilia, de interés la eutanasia y que demanda la igualdad de género, una economía ecológica, una fiscalidad justa y respeto a los homosexuales y transgéneros.
La Iglesia lucha con altibajos contra la pedofilia interna. El Cardenal Pell, encargado de las finanzas vaticanas, será juzgado en Australia por presuntos abusos sexuales. La Iglesia católica ha suavizado su postura sobre los divorciados y vueltos a casar por lo civil. Los ortodoxos y protestantes aceptan que sus ministros se casen y entre los reformados hay pastores homosexuales y mujeres incluso al nivel del obispado. Permitir que los sacerdotes se casen y que mujeres pudieran ser curas, obispos, cardenales y llegar al papado, modernizaría la Iglesia.
La pobreza, las finanzas y los lujos son otro capítulo necesitado de transparencia. La Iglesia tendría que renunciar también a sus privilegios fiscales y de financiación estatal. Impone a diario sus intereses a los no católicos en un Estado supuestamente aconfesional como el español. En Semana Santa los militares desfilan en las procesiones católicas en uniforme. Cuatro ministros dieron gubernativamente en una de ellas vivas a la muerte legionaria.
La Santa Sede siempre quiso independencia para nombrar a sus obispos. Esta situación suele prevalecer en las democracias, aunque con justificadas excepciones como, pe, un obispo castrense, integrado en las estructuras estatales, o un obispo Jefe de un Estado vecino.
En China podría ser diferente. Allí hay dos Iglesias católicas. Una, clandestina, dependiente del Vaticano, y otra, “patriótica”, controlada por las autoridades chinas. ¿Para unificarlas pactará Roma con Beijing la supervisión gubernamental de los clandestinos? Sobre casi 1.400 millones de chinos, los católicos son apenas doce millones, tres de ellos clandestinos. Los protestantes, 80 millones.
Ya hemos constatado como en el País Vasco y en Cataluña bastantes curas y algunas jerarquías se alinean con los separatistas. La renovada ambigüedad del comunicado de los Obispos del País Vasco, Navarra y la francesa Bayona territorios reclamados por los aberzales independentistas, pidiendo perdón por sus pasadas ambigüedades, omisiones y complicidades es un monumento a la duplicidad de esta “Iglesia vasca”, y con más motivo cuando los crímenes etarras lo fueron también en el resto de España y otras partes de Francia.
La Iglesia dice tener principios. Entre ellos estará, quizás, el pragmatismo. Algunos temen que ese pragmatismo pueda romper la unidad de la Iglesia al favorecer reinos de taifas más tradicionales o más modernos, o lo que toque (separatismo, por ejemplo) según sean los responsables eclesiásticos, las regiones, los países, los regímenes políticos, o la evolución de los fieles.
Con este panorama cumplió el Papa en marzo pasado un lustro desde su elección. Un magnífico comunicador, querido y lleno de buenas intenciones pero que aún tiene que hacer cumplir todo lo que predica. En la propia Curia romana le hacen frente. No en vano muchos Cardenales fueron nombrados por los conservadores Juan Pablo II y Benedicto XVI. Lejos queda Juan XXIII, con su revolucionario Concilio Vaticano II. Cinco años lleva Francisco. Mucho ruido, escasas nueces.
¿Sería que un Colegio Cardenalicio conservador eligió a un Papa liberal para la galería, dispuestos luego a no pasarle una? ¿Inocencio más que Francisco? ¿Más tiempo al tiempo? ¿Otro Papa? ¿Otro Concilio?
Carlos Miranda es Embajador de España
Carlos Miranda