Corren malos tiempos para las víctimas del terrorismo. Muchos afirman que estamos ante el final de ETA, un final que llevamos reclamando desde hace mucho, mucho tiempo. Pero no así. Durante estos meses hemos sido testigos de cómo se permitía a los terroristas dirigir su propio proceso de disolución haciendo una obscena propaganda de su actividad terrorista privándonos a las víctimas del terrorismo de la tan ansiada y reclamada foto de la derrota.
Soy víctima del terrorismo desde que el 11 de marzo de 2004 unos sanguinarios terroristas me arrebataran a mi hija Miryam con tan solo 25 años. Hablo con conocimiento de causa cuando digo que en España hay muchas vidas rotas por el terrorismo, que merecen un final real. Un final en el que los terroristas colaboren con la justicia para esclarecer todos los casos sin resolver, en el que entreguen todas las armas, en el que pidan perdón a todas las víctimas sin hacer ningún tipo de distinción, en el que reconozcan el daño causado y en el que condenen los medios y los fines perseguidos durante décadas.
El final que merecemos las víctimas del terrorismo es uno con Verdad, Memoria, Dignidad y Justicia. Un final en el que nuestro relato sea el que se imponga, y no el de los terroristas. Un final en el que se tenga presente la memoria de nuestros seres queridos, porque como he dicho siempre, solo muere quien es olvidado. Yo no puedo soportar que los asesinos, ya sean los de mi hija u otros, me vean débil. Así ganarían doblemente la batalla. Por supuesto que yo no voy a perdonar nunca, eso está en cada uno, pero tampoco voy a vivir en el odio y en el rencor. Voy a utilizar toda mi energía en luchar y en no rendirme nunca, porque todas las víctimas a las que les arrebataron la voz merecen que nosotros, los vivos, les hagamos justicia.
Ya nos arrebataron lo más querido, pero no podemos permitir que sean ellos los narradores de lo ocurrido. Porque el relato que debe permanecer en la calle, en las instituciones y en los tribunales es el de las víctimas del terrorismo. No permitamos que sean los verdugos quienes manipulen el relato con palabras como guerra, pueblo oprimido o víctimas que no tenían una participación directa en el conflicto. Las generaciones venideras tienen que saber qué pasó realmente para que no vuelva a repetirse y para que todos los muertos sean honrados y recordados como verdaderos héroes.
Un final del terrorismo basado en la manipulación, en la desmemoria, en el reconocimiento a los terroristas y en la impunidad será siempre un falso final o un final sucio. Quedan demasiadas cuentas pendientes para que podamos hablar de final real.
No podemos hablar de un final de ETA cuando los que les apoyan y les jalean están en las instituciones, y tampoco podemos hablar de pasar página cuando hay miles de familias que aún no saben qué pasó realmente con ese ser querido al que le arrebataron la vida. Quedan muchas heridas por cerrar, y para eso, tenemos que colaborar todos. Los políticos deben ofrecer la justicia y la verdad que las víctimas merecemos, pero también la sociedad debe responder. No podemos mirar hacia otro lado. El terrorismo no es de ricos ni de pobres, de izquierdas o de derechas. Cualquiera podía ir en ese tren de Cercanías a trabajar esa lluviosa mañana de marzo como mi hija Miryam. Todos somos parte de esta historia en la que hay, y ha habido, verdugos y víctimas.
Ángeles Pedraza