Un chantaje inhumano por parte del nuevo gobierno italiano, este sí un gobierno frankenstein en su faceta de sociopata marítimo de Erik Larson, ha provocado la primera respuesta en materia migratoria por parte del nuevo gobierno español ante el silencio estrepitoso de la UE : el ofrecimiento de auxilio y acogida a los cientos de inmigrantes hacinados en el barco Aquarius.
Más recientemente ha sido el ministro Marlaska el que ha dado continuidad a la medida humanitaria con la reconsideración de las sádicas concertinas.
Con ello se demuestra que el nuevo gobierno, en modo electoral y a plazo fijo, tiene también un importante margen para los gestos, la gestión, la ética cívica y la acción política, aunque lo tenga mucho menor en lo presupuestario y legislativo.
Una acogida obligada desde la ética y el derecho que, mas allá de la oportunidad del gesto, es importante como medida humanitaria, en contraste con el rechazo al auxilio italiano y que ha contado con el ofrecimiento de acogida de instituciones y organizaciones, y muy en particular de las valencianas.
A medio camino ha estallado una crisis política, ya resuelta, con la dimisión del ministro de cultura, que amenazaba la imagen regeneradora del gobierno Sánchez.
Una reconsideración, la migratoria, también de hondo significado político que hacía presagiar al menos la revisión de las duras políticas de asilo y refugio del PP sino del conjunto de sus políticas migratorias.
Sin embargo, el ministro del interior ha marcado ya sus límites descartado en las últimas horas la posibilidad de que a las 630 personas a bordo de la embarcación, gestionada por las ONG Médicos Sin Fronteras y SOS Mediterranee, se les dé el estatus de refugiados y ha subrayado que “cualquier petición de asilo conlleva un trámite”, que se rige por la Ley 2009, aunque no podrá eludir el debate sobre ello y tampoco sobre los centros de internamiento.
Por otra parte, el mismo ministro ha considerado lo obvio: que las tristemente famosas concertinas de las vallas fronterizas resultan muy lesivas y provocan daños y heridas profundas en las personas que tratan de acceder a través de ellas a nuestro país.
Unas redes de alambre coronadas por cuchillas muy afiladas de rompe y rasga, duramente criticadas por organizaciones defensoras de los Derechos Humanos e instituciones y que resultan ineficaces, ya que se ha demostrado que no solucionan y solo aportan dolor a la dinámica de la inmigración en las fronteras.
Sus graves consecuencias sanitarias son conocidas tanto en la relación de heridos que van dejando, cortando y rasgando piel, nervios, vasos y músculos, algunos de ellos graves, llegando incluso a provocar la muerte. La más recordada, en el año 2009, la de Sambo Sadiako, desangrado como consecuencis de estas afiladas cuchillas.
Se reabre con ello el debate sobre el uso de lo que fueron bautizadas cínicamente como “medidas disuasorias” pero que en realidad forman parte de un par de fuerzas represivo y sociopata, al margen del derecho de asilo y humanitario: las concertinas por un lado y las devoluciones en caliente por otro.
Encima de la mesa siguen todavía las devoluciones en caliente, aunque sería de esperar, que se anulasen para que no se pueda devolver sin garantías a Marruecos a las personas que traspasan la frontera. Expulsiones exprés que están incluso denunciadas ante instancias europeas y han sido motivo de queja continuada por parte de las organizaciones humanitarias.
Las concertinas forman parte de unos mal llamados “medios disuasorios” que el PSOE colocó primero en el año 2005, que luego retiró, pero no en su totalidad, y más tarde fueron repuestos y ampliados por el gobierno del PP hasta hoy. El mismo gobierno que ha intentado legalizar las devoluciones en caliente en el marco de la ley mordaza.
Todavía no se sabe bien la dimensión que se pretende dar a la política de fronteras, si se queda en desmontar la actual politica represiva o irá mas allá en derechos humanos y solidaridad, y con qué apoyos políticos y sociales puede contar.
La repuesta inicial de la derecha, si bien modulada, vuelve a la manipulación del miedo y del temor a que haya acercamientos masivos por el llamado efecto llamada, cuando por el contrario se trata sobre todo de un efecto huida de la guerra, el hambre y sobre todo la desigualdad norte sur. Lo cierto es que cuidan su electorado de la tentación de la extrema derecha.
Pero las de la valla no son las únicas concertinas de Ceuta. El puerto ha ido instalando nuevos medios para evitar, no la entrada de inmigrantes, sino por el contrario la salida. Otra operación jaula.
Tampoco han sido las últimas medidas en Melilla. Todavía hoy se trata de impedir que los menores se cuelen en los ferrys como polizones para alcanzar la Península utilizando la misma técnica de las concertinas que nunca ha funcionado en las vallas fronterizas con Marruecos.
La Autoridad Portuaria está ahora instalando una triple valla de cuatro metros de altura con concertinas alrededor del puerto.
En definitiva las sádicas concertinas están colocadas en la parte marroquí, en el suelo, en todo el perímetro de las vallas, y en España son dos los kilómetros de cuchillas que quedan en Melilla y otros 8,2 que hay en Ceuta. Una orgía de cuchillas y un dolor inútil.
Se trataría por tanto, al menos, de no abandonar al náufrago y no ensañarse con los que huyen de la miseria. De arrinconar la perspectiva sociopata y el sadismo en la politica migratoria lo que no es poco.
La politica de asilo y refugio europea quedarían para más adelante y no se sabe si siquiera cabe en el plazo de este gobierno.
Gaspar Llamazares