Fue aquel poeta nómada, León Felipe, quien afirmó tajantemente, para reivindicar la gravedad de sus versos: “No he venido a cantar, podéis llevaros la guitarra”. Una declaración de principios poéticos contenida en su obra Ganarás la luz, de 1943.
Hoy aterrizo en Estrella Digital amparada bajo esas cinco sencillas palabras, “No he venido a cantar”, que paradójicamente encierran un mensaje tan profundo. Y es que no se puede infravalorar el papel del poeta en el mundo, el papel de la poesía. En este sentido, considero que la mejor manera de comenzar mi andadura en este medio es hablando de la particular coyuntura que añade a la casa que perteneciera al poeta y Premio Nobel Vicente Aleixandre, ubicada en la calle Vicente Aleixandre, antaño Velintonia, de Madrid.
Mucho se ha escrito acerca de la situación de abandono en la que actualmente se halla la vivienda: numerosos medios se han hecho eco de la indiferencia con la que la condenan las instituciones políticas a la que fuera la casa de la poesía para varias generaciones poéticas –Aleixandre fue anfitrión y maestro desde 1927 hasta 1984, salvando el paréntesis de la Guerra Civil–. Un significado que la directora de Patrimonio Cultural de la Comunidad de Madrid, Paloma Sobrini, despreció con la declaración, en 2017, de que la casa no podía ser considerada Bien de Interés Cultural por “su escaso valor arquitectónico”. Declaró entonces Sobrini: “El legado es lo que tiene valor, […] no la casa, no los ladrillos, no esas paredes en las que llevan años sin realizar ninguna actividad”.
Mientras tanto, la Asociación de Amigos de Vicente Aleixandre (AAVA) continúa con la lucha que comenzó en 2005 para salvar la vivienda del abandono y reivindicar su importancia en la historia de la cultura española. El presidente de la Asociación, Alejandro Sanz, y la secretaria, Asunción García Iglesias, son una suerte de quijotes contemporáneos en medio de la indiferencia institucional. Este año, la batalla librada por la AAVA ha sido reconocida con la obtención del Premio Madrid a la iniciativa cultural, entregado por el diario digital local Madrid Diario.
El reconocimiento de su labor se extiende al mundo de la cultura, desde el que han mostrado su apoyo a la causa numerosos actores, dramaturgos, poetas y músicos, como Luis Eduardo Aute, que participó varios años en la velada anual organizada por la AAVA –con la ayuda de María Amaya Aleixandre, sobrina de Vicente– en la Casa de Velintonia, que por una noche vuelve a abrir su jardín a la poesía.
He tenido el enorme privilegio de poder asistir a algunas de estas mágicas veladas velintonianas, doblemente significativas para quien, como yo, ama la Generación del 27 y considera a sus poetas amigos más cercanos que muchos de aquellos de carne y hueso que habitan con nosotros esta época. Cada año, la velada se suele dedicar a un poeta amigo de Aleixandre: Gerardo Diego, Miguel Hernández, Federico García Lorca… El pasado viernes 29 de junio fue Luis Cernuda quien atravesó, de nuevo, la puerta verde de la Casa de Velintonia. Flotaron sus versos en el aire de verano, en la voz de diferentes personalidades del mundo de la cultura: María Amaya Aleixandre, Vicente Granados, Miguel Losada, Miguel Muñárriz, José Manuel Lucía Mejías, Carmen García Iglesias, Rafael Soler, Alberto Conejero, Arantxa Aguirre, Javier Lostalé, Juan Diego. Junto a ellos, nuestros apasionados “quijotes”: Alejandro Sanz y Asunción García Iglesias.
*Pie de foto 2: Alejandro Sanz frente al numeroso público. Foto: Kike Ruiz.
La noche tuvo un broche de oro cuando Federico García Lorca se unió a sus amigos Luis y Vicente. Sus palabras viajaron en el cante flamenco de Miguel Poveda, que hizo una escala en su exitosa gira de su nuevo álbum, Enlorquecido –dedicado, por supuesto, al granadino universal– para deleitarnos con un concierto en el que también dejó hueco para dos poemas cantados de Cernuda. Su voz se vio acompañada por la guitarra desgarrada de Jesús Guerrero. Sobre el jardín, la luna llena nos observaba, pálida y altiva. La poesía respiraba plena, atemporal.
*Pie de foto 3: Miguel Poveda y Jesús Guerrero. Foto: Kike Ruiz.
Marina Casado