martes, noviembre 26, 2024
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La sólida fragilidad del amor en la poesía de Paco Ramos

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“Tan débil está el mundo

–cendales o cristales–

que hay que moverse en él

como en las ilusiones,

donde un amor se puede

morir si hacemos ruido.”

(Pedro Salinas)

 

La fragilidad del amor ha sido un tema constantemente abordado por la literatura de todos los tiempos. Los escritores hemos tratado de describir la sensación de esa súbita tormenta en lo que había sido un día soleado y radiante. Para el poeta Paco Ramos Torrejón (Cádiz, 1981), el enamorado es un equilibrista perfectamente conocedor de su sino: caer en picado. Y recuperarse después de la caída. Así lo plantea en su segundo poemario, Breves apuntes sobre el arte de mantener el equilibrio, publicado este año por la editorial Huerga y Fierro.

El leitmotiv del libro lo constituye la referencia a Philippe Petit, el funambulista francés que alcanzó la fama por cruzar un cable colocado entre ambas Torres Gemelas en la ciudad de Nueva York. El poeta enamorado se identifica con él: “Como Petit, / yo también crucé / el cielo de Manhattan, / de torre a torre, / sobre un cable / […] Pero en la torre opuesta / tú no me esperabas: / sólo pretendías / cortar el cable”.

En Breves apuntes sobre el arte de mantener el equilibrio, el lector asiste a un viaje –de puntillas– por la historia de una relación sentimental fracasada: desde la caída hasta el ascenso, pasando por la red del amor que enreda más y más a la víctima. “También el amor, / como las olas, / tiene / mil / maneras / de / romperse”. El propio lector, como el equilibrista o el enamorado, se va enmarañando en la historia tejida meticulosamente por el poeta, una historia que puede ser la suya o la de otros, porque quién no ha sufrido alguna vez un fracaso amoroso. Por eso, determinadas reflexiones erizan súbitamente la piel: “En el espacio que ahora habitas / yo soy una presencia que no existe, / me recuerdas / como se recuerda un muerto”.

Paco Ramos esboza con precisión el perfil del desamor, de la apatía existencial que sucede al gozo y de la voluntad para volver a levantarse. Recurre en determinadas ocasiones a la mitología griega o cristiana, deconstruyendo los mitos, replanteándolos: “He visto en el agua / las razones de Narciso para ahogarse / y ninguna era la belleza”. En este libro, Narciso se ahogó por amor a la ninfa Eco y el verdadero paraíso de Eva y Adán habita en el cuerpo de la amada. El poeta nos muestra que, bajo el prisma del amor, se adquiere una inusitada rebeldía que reverbera cambiando todos los cuentos o las leyendas que otros nos contaron. Como escribió Salinas: “Amor, amor, catástrofe. / ¡Qué hundimiento del mundo!”. El amor, para Paco Ramos, hunde mundos y crea otros nuevos, elaborados a la medida exacta de los amantes: “Porque apareciste tú / escribimos un diccionario / con la firme convicción / de que al amar / inventábamos / un lenguaje”.

El amor como arma de doble filo, capaz de engendrar universos en sus instantes de luz o de traer la muerte en aquellos de oscuridad, deposita en el amante fracasado un poso de sabiduría o de consciencia: “¿Amar? / Consiste en sobrevivir mudando la piel en cada despedida”. El poeta amante es un “suicida”, un “kamikaze” que decide “Vivir el amor / sabiendo que ha de acabarse”. Desde la presencia de este final irrevocable, las historias adquieren un aura melancólica y casi es posible escuchar, de fondo, aquel verso de Luis Cernuda que decía: “Qué ruido tan triste el que hacen dos cuerpos cuando se aman”.

Pero a pesar del consabido desenlace, el poeta equilibrista es adicto a la adrenalina de las alturas, al arrojo que llevó a la fama a Philippe Petit: “Petit nunca pensó en la muerte”. El amante equilibrista ha crecido después de la caída, la experiencia del abismo lo ha hecho más sabio: “Soy otro distinto / que sobrevivió a las quinientas vidas pasadas. / Soy el hombre de barro que no teme a la lluvia”. Porque, al final, “el circo, así como la vida, así como el amor, / siempre es cuestión / de volver a levantarse”.

Es honda la poesía de Paco Ramos, que desgrana el amor en sus múltiples facetas, del mismo modo que la pérdida. Ya lo hizo en su exitoso primer poemario, El aprendizaje del miedo, publicado primero con Lápices de Luna y más tarde con Takara. Amor y muerte, eros y tánatos, caminan de la mano en su poética, que refleja el mosaico de matices experimentado por el alma a lo largo del recorrido de la pérdida. La muerte, real o metafórica, puede ser vencida con más amor, y aquí se transparenta el poso dejado por la filosofía quevedesca. Se expresa mediante el verso corto y libre, un verso libre muy premeditado y elaborado, en modo alguno escogido por comodidad, como ocurre en una gran parte de poetas contemporáneos.

Comenzaba este ensayo hablando de la fragilidad del amor reflejada en los versos de Paco Ramos, pero he de terminarlo haciendo referencia a la solidez de ese sentimiento que permanece tras todas las muertes, tras todas las caídas. En palabras del propio poeta, amar “Consiste / en perder / otra vez la vida”.

Marina Casado

(marinacasado.com)

 

Marina Casado

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