Hay veces que los ejercicios de documentación para escribir un artículo resultan desagradables; en casos anteriores, cuando me he documentado sobre machismo y sentencias judiciales machistas y, especialmente, cuando he hablado de violencia sexual, entre otras duras cuestiones. Hoy le ha tocado el turno a otro tema ciertamente desagradable, el partido de ultraderecha Vox, y tras leerme su programa electoral que se titula “100 medidas para la España viva” (que no sabía yo que España estuviera muerta), aquí va mi más sincera valoración.
Si partimos de que los extremismos son especialmente peligrosos, hablar de un partido político de extrema derecha ya denota esa peligrosidad, pero si además su vehemente discurso se fundamenta en una base de mentiras que mucha gente se atreve a creer, el peligro es mucho mayor. De la base de la ignorancia de la que este tipo de partidos extremistas también se beneficia hablaré luego.
No voy a comentar las cien medidas que suponen la panacea para xenófobos, antisemitas, antifeministas, homófobos, ultranacionalistas, fascistas y un largo etcétera de calificativos indeseables, pero sí me gustaría comenzar por una especialmente llamativa.
“Derogación de la ley de violencia de género y de toda norma que discrimine a un sexo de otro. En su lugar, promulgar una ley de violencia intrafamiliar que proteja por igual a ancianos, hombres, mujeres y niños. Supresión de organismos feministas radicales subvencionados, persecución efectiva de denuncias falsas”.
La derogación de la ley de violencia de género me resulta tan absurda como increíble, pero qué se puede esperar de un partido que sostiene argumentos populistas basados en la mentira. Un ejemplo de esto, el discurso que Eugenio Moltó, candidato por Málaga para la Junta de Andalucía, utilizó en uno de sus mítines para justificar esta medida. Dijo: “Ahora mismo, mi mujer está en mi casa y yo estoy a 80 kilómetros. Se pega un porrazo contra la pared, llama al 061 y esta noche duermo en la cárcel, aunque tenga yo aquí a 300 personas de testigo.”
Moltó está utilizando un argumento irreal para justificar la derogación de una ley más que necesaria, obviando además las terribles cifras de víctimas de violencia de género, datos absolutamente reales. Pero si tenemos en cuenta que esta persona defiende que “el franquismo no fue una dictadura” y que define el feminismo como “una actitud agresiva de un grupo de señoras muy organizadas y muy subvencionadas”, no es de extrañar su utilización de argumentos adulterados. Quizás, a este señor le convendría repasar la historia de su país o simplemente buscar la palabra feminismo en el diccionario para hablar con propiedad, en lugar de interpretar la realidad a su distorsionado antojo y trasladarlo a sus discursos. En este sentido, recordaré la definición de feminismo para aquellos que necesiten un repaso y que se empeñan en asociarlo siempre a algo radical:
“Movimiento que supone una toma de conciencia por parte de las mujeres, a nivel de colectivo, de la opresión, explotación y dominación que han sufrido a lo largo de la historia y que siguen sufriendo por parte del colectivo masculino, y que las mueve a luchar para liberarse de un sistema de patriarcado llevando a cabo las transformaciones sociales necesarias para lograrlo”.
La perorata de Moltó es un pequeño ejemplo de lo disparatado del discurso de los miembros de Vox, porque ninguno de ellos tiene desperdicio, en el sentido malo, se entiende.
Después de los resultados obtenidos por esta formación política en las elecciones andaluzas, especialmente gráfico me pareció ese meme que decía “si los españoles fuéramos dinosaurios, votaríamos al meteorito”, y es que muchos de los votantes de Vox, algunos de los cuales votaron en elecciones anteriores a la izquierda, justifican su voto en que quieren un cambio, ¿pero y si está claro que ese cambio nos está llevando a la peor de las opciones?
Como resumen de esas cien medidas, destacar, aparte de la derogación de la ley de violencia de género, la deportación de los inmigrantes ilegales a sus países de origen, la supresión de las autonomías, la derogación de la ley de memoria histórica, la supresión en la sanidad pública de las intervenciones para cambios de género o abortos, cuestiones que Vox considera como ajenas a la salud, queriendo eliminar además el derecho al aborto. Podría seguir enumerando sinsentidos pero, sinceramente, animaría a todo el mundo a que se leyera el programa electoral de Vox para que sepan exactamente de qué estamos hablando, especialmente a aquellos que los han votado sin informarse previamente sobre todos estos aspectos.
El problema es que la ignorancia es muy atrevida porque la gente se permite opinar (y votar) sobre cuestiones que apenas conoce, pero lo peor es que también es muy peligrosa, y cuando ello implica que se pueda convencer al ignorante de que algo es blanco cuando claramente se ve que es negro, no es de extrañar en absoluto que “si fuéramos dinosaurios, votaríamos al meteorito”, con las terribles implicaciones que eso acarree.
Para el que piense que estoy llamando ignorantes a los votantes de Vox, diré que se lo llamo a aquella parte que vota sin saber realmente lo que hace, sea al partido que sea; a los restantes, ya me he referido en un párrafo anterior como xenófobos, antisemitas, antifeministas, homófobos, ultranacionalistas, fascistas y un largo etcétera de calificativos indeseables de personas, aunque, todo hay que decirlo, no son cuestiones en absoluto reñidas con la ignorancia, ya que, ciertamente, el extremismo y la ignorancia pueden ir bien parejos.
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