lunes, noviembre 25, 2024
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Nadie quiso besar a Blancanieves

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Nadie quiso besar a Blancanieves, ni siquiera sus propios padres. Nadie quiso ayudarla a salir de esa especie de sueño en el que vivía inmersa desde hacía tiempo y que rápidamente se tornó en pesadilla.

Al principio, se sentía diferente a los demás, pensaba que quizás habría nacido en un cuerpo equivocado, pero pronto supo que esa no era la cuestión. Su apariencia más masculina que femenina nada tenía que ver con aspectos fisiológicos, simplemente era un tema de preferencias, tan simple y tan sencillo como eso, como descubrir sus gustos tan distintos de los de la mayoría de chicas de su edad. Mejor unos vaqueros anchos, unas deportivas y una camisa holgada; mejor el pelo corto, la cara lavada y su inseparable mochila. Se sentía bien con su propio cuerpo y con su propio estilo para vestirlo y adornarlo. Por eso ningún chico quería besar a Blancanieves, pero es que ella tampoco quería que ningún chico la besara, ya que le gustaban las chicas.

Este cuento podría haber sido muy bonito si su familia y sus amigos la hubieran apoyado, pero, desgraciadamente, no era el caso. Unos padres tradicionales más preocupados por el qué dirán y convencidos de que la desgracia se había cernido sobre ellos; tan mal aconsejados por el cura de su parroquia que decidieron que su hija asistiera a sesiones con un pseudoterapeuta para “corregir” su orientación sexual. Unos compañeros de instituto que la acosaban continuamente haciéndole la vida imposible. Blancanieves estaba viviendo un infierno.

El alivio inicial de descubrir y asumir su homosexualidad tras largo tiempo sintiéndose un bicho raro, enseguida dio paso a la incomprensión y al hostigamiento al que, de repente, se vio sometida. Hubo un tiempo en el que se sintió afortunada porque sabía que en otros países la homosexualidad estaba castigada incluso con la pena de muerte, pero eso fue algo que le duró bien poco.

La sensación de irrealidad comenzó a invadirla cuando degustó los sinsabores de la dura y cruel realidad, esa repleta de reproches y humillaciones en su propia casa, de incomprensión en la absurda terapia de reversión sobre algo que ella veía natural, y de rechazo y acoso por los que una vez había considerado sus amigos.

Entonces, un día Blancanieves no lo soportó más, se atiborró con las pastillas que encontró en el cajón de la mesilla de su madre y se sumió en un sueño del que no tenía intención de despertar porque todo su entorno le había negado ese apoyo tan necesario que lo habría cambiado todo.

Pero, a diferencia de otros tristes cuentos y crueles realidades, este no va a terminar mal. Blancanieves despertó en la cama de un hospital bastante aturdida, el lavado de estómago había llegado a tiempo y se recuperaría sin problemas. Sus padres seguían sin querer besarla, ni abrazarla, solo suspiraban continuamente y la miraban con una mezcla de pena, censura y, quizás, una efímera compasión.

Cuando su familia se marchó, una psicóloga del hospital fue a visitar a la paciente. Habló largo y tendido con ella, le explicó que no estaba sola, que había mucha más gente en su situación y que las cosas podrían mejorar, solo era cuestión de rodearse de la gente adecuada, y le puso en contacto con una asistente social y con el colectivo LGTB de su ciudad.

Entonces, Blancanieves conoció a otras personas que le dieron la comprensión y el cariño que antes le había faltado, que le aportaron la seguridad para seguir adelante y que le hicieron sentirse como una más, sin tener nada que esconder, sin nada que corregir y sin nada que justificar.

Nada más cumplir los dieciocho años, la joven se marchó de casa de sus padres para vivir en un piso compartido con otras chicas que se convirtieron en su auténtica familia, esa que siempre está ahí cuando hace falta. Compaginaba los estudios de Psicología con un trabajo que le permitía ser totalmente autónoma y, tras licenciarse, colaboró desinteresadamente con diferentes colectivos LGTB en servicios de información y atención psicológica, donde se vio reflejada en muchas personas que, como ella, vivían en un infierno de incomprensión y acoso, también daba charlas sobre diversidad sexual en centros educativos.

Blancanieves sabía que aún quedaba mucho por hacer en una sociedad en la que se estaba produciendo un repunte de homofobia junto a otros lamentables extremismos, pero ella no cejaría en su intento de trabajar por una sociedad más plural y respetuosa con la igualdad y libertad de las personas, sin ningún tipo de exclusión.

Blancanieves besó a quien quiso besar y también fue besada por quien ella quiso, vaya si lo fue.

SagrarioG
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SagrarioG

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