Existe en España un día muy especial. El veintidós de diciembre, se celebra el sorteo extraordinario de la lotería de Navidad. Todos, más o menos, estamos pendientes de comprobar si los números que hemos comprado, coinciden con los premios que cantan los niños del colegio de San Idelfonso. Cuando, desilusionados, acreditamos que no ha sido así, volvemos a nuestras labores cotidianas, pensando, que al menos, durante un año más, volveremos a seguir trabajando, no podremos comprar el chalet con el que soñamos, ni ese coche por el que suspiramos. Al mediodía, observamos con envidia ─todo hay que decirlo─, que las televisiones, se empeñan en entrevistar a los afortunados que han sido agraciados con unos miles o cientos de miles de euros. Suelen decir que van a utilizar el dinero «para tapar unos agujerillos», o «para repartir entre los hijos», sin son mayores. Entonces, cuando coincidimos con amigos o vecinos y comprobamos que están en nuestra misma situación, nos autoafirmamos con una frase lapidaria: lo importante, es tener salud.
Por eso, a esa jornada, se la conoce como «el día de la salud».
Ahora, en estos tiempos de pandemia, esa frase la repite todo el mundo. Los políticos, de izquierdas, derechas o mediopensionistas (los mismos que decían en muchos casos que el coronavirus, era una simple gripe), se hartan de repetir que la salud de los españoles está por encima de todo. En las redes, cuando alguien escribe algo sobre la debacle económica, le saltan al cuello cual jauría, acusándole poco menos de asesino.
No sé nada de economía. Solo lo que me enseño mi padre: si gastas más de lo que ingresas, la ruina es segura. Esta lección, tan simple como verdadera, parece que no la han aprendido los políticos que dirigen el país. Pretender gastar lo que no tienes, es sinónimo de endeudamiento y un camino seguro al desastre.
No sé nada de virus. Solo que este, proveniente de China (¿se ira de rositas el gigante asiático?), mata. Y ha matado a miles de compatriotas. Y que la ciencia, hace esfuerzos hercúleos por entender su extraño comportamiento.
Debe ser difícil, muy difícil, conjugar salud y economía. Sin embargo, algunos países lo han logrado con resultados extraordinarios. España, no es uno de ellos. Mientras el gobierno, se encuentra cómodo legislando a golpe de decreto; el famoso comité de expertos, cuyos nombres e informes son tan secretos, que parecen miembros de una agencia de inteligencia, nos instruyen de manera infusa, en cómo debemos comportarnos, que distancia tenemos que guardar, los unos con los otros en las calles (aunque duermas junto a tu pareja. pero en la calle tengáis que ir a dos metros de distancia), cuantas personas podemos ir en un coche…Eso sí, sin dejar claro si las mascarillas deben usarse o no.
No sé nada de todo eso. Ni mi trabajo es pensar en cómo resolverlo, para eso, cada cuatro años votamos a las personas que deben gobernarnos y por ende, enfrentarse con inteligencia y sentido de estado, a problemas como la terrible pandemia que padecemos.
Soy un pobre ignorante, pero de lo que si me percato, es que gran parte de la población española, va a disfrutar de un día de la salud muy largo, pero sumido en la pobreza y el hambre. Y la salud, es incompatible con no tener nada que llevarse a la boca o pasar frio en invierno por no poder pagar la calefacción. Caminamos, con pasos de gigante, al desastre, con la vaga esperanza de que Europa no lo consienta. Yo, no estaría tan confiado. A lo mejor, resulta, que la Unión Europea, no era unión, ni europea. A lo mejor, resulta, que a los protestantes del norte, les importa un bledo lo que les ocurra a los católicos de sur.
Pero, como no sé nada de nada, espero equivocarme.
Romero El Madero