Raúl Cancio, jubilado tras décadas de fotografías prodigiosas en EL PAÍS, nos va a regalar sus instantáneas de los Mil Pasos que supera cada día mientras deambula por cualquier ciudad, incluida Madrid. Nos demostrará que después de la jubilación, no sólo hay vida: hay arte. Porque hace falta arte para que parezca bella, ay Carmena, mi ciudad. Que suma todos los encantos. ruidosa, contaminada, histérica, destrozada por la piqueta de desarrollismo hortera…Pero entra en juego el mago Raúl con su operación dermoestética…y cualquier rincón de Madrid es bello. ¿Dónde es eso, Raúl? ¿Es Praga, Budapest, París…? No, coñe, es Cascorro.
Pero uno querría ser ese japonés pasmado que fotografía junto a los edificios que desnuda. Uno quiere hacer turismo allí donde Raúl pone el sensor: sean unos callos o una sombrerería. En tiempos donde imperan en Prensa los topless, los robados, la lencería al viento real…este fotógrafo sólo desnuda contraluces.
¿Se puede medir su arte? Sí. En un día soleado madrileño su captura de una imagen le dura una fracción de segundo. Mide cuánto tiempo estás atrapado contemplando su foto. ¿Un minuto, más? La diferencia es el arte. Su dominio del tiempo es tal que Santillana aún no ha descendido desde el cosmos que inmortalizó Raúl décadas atrás. Sigue congelado cabeceando a la red.
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